Montevideo 467
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No aparece el nombre del arquitecto ni de empresa constructora. No lo hemos hallado en ningún registro. Pese a estas inexistencias, existe. Está en Montevideo 467. Es un edificio extraño, quizás por el carácter algo charro que le confiere una pintura exterior demasiado llamativa para sus años.
Algunas ventanas de medio punto, ciertas ménsulas y la combinación de blanco y amarillo nos recuerda vagamente ese estilo español californiano, típico de ciertas casas de artistas de Hollywood de los años 20, o de la serie del Zorro, en tanto que el balcón volado del segundo piso nos suena a una expansión casi poética del diseñador del plano de este importante petit hotel de planta baja y tres pisos, hoy desubicado en esta zona comercial intermedia entre Tribunales y Congreso.
No se advierten modificaciones en su estructura externa (seguramente en el interior se han bajado techos, y se han tabicado los ambientes), salvo el revestimiento de granito rojo pulido que sospechamos posterior, y seguramente la construcción puede ubicarse entre 1915 y 1930. ¿Por qué llama la atención entonces? ¿Qué tiene de particular esta descripción que podría caberle a tantas residencias semejantes en casi todos los barrios de Buenos Aires? Efectivamente, ¡Cuántos quedan aún, transformados muchos en sedes de empresas, o de sindicatos, o de hostales, o en Institutos de Enseñanza, como en este caso!
Bueno, llama la atención, en primer lugar por la desproporción, ya que es un edificio -a nuestro juicio- demasiado alto por ser simplemente un hotel particular, pero, especialmente por su terminación. Observándolo veremos una media mansarda -despojada de su revestimiento original de pizarra y recubierta por algo similar a una membrana asfáltica- con una graciosa ventana, y sobre la izquierda una cúpula, también con ventana no menos simpática.
Pero lo notable es una especie de inexplicable minarete octogonal ubicado encima de esta cúpula, por supuesto sin ventanas, y dotado de cuatro pares de columnas que sostienen una segunda cúpula también octogonal, revestida en cobre, de marcado corte europeo oriental. Esta segunda cúpula remata a su vez, en una lanza de hierro (¿tal vez pararrayos?) que luce, a modo de banderillas, dos gallardetes de hierro de ignoto significado.
Así esta casa que, como decimos, sería una más entre las tantas dignas residencias de nuestra ciudad, adquiere un aire exótico y misterioso que la destaca en el prosaico paisaje de casas despersonalizadas que la circundan. Sospechamos que este insólito remate, absolutamente inusual, debe haber sido alguna exigencia especial de quien encargó su construcción. Siguiendo esta línea, podemos imaginar que intentó reproducir en Buenos Aires, algo de su paisaje natal.¿Sofía? ¿Budapest? ¿Praga? ¡Quién sabe!Si alguien lo sabe, no lo diga. Generalmente la realidad es más prosaica que la imaginación.