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#87 • Noviembre 2013 Año IV Curiosidades Leyendas Porteños

Curiosa nota de Macoco de Álzaga Unzué

por Enrique Espina Rawson / Fotos: Iuri Izrastzoff
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En una ignota y antigua publicación -Almanaque de la Mujer 1929- hemos encontrado una curiosa crónica. La firma un personaje porteño, cuyas hazañas y hechos insólitos lo situaron como un arquetipo de esa muchachada alegre y despreocupada que paseó por el mundo su desenfadada arrogancia: Martín de Alzaga Unzué, más conocido como “Macoco”.

Es interesante, y verídicos son los hechos que cuenta, pero quien busque en ella precisiones, aún las más elementales como fechas, marcas, datos concretos, se verá defraudado. En defensa de Macoco, y con la experiencia de haber leído infinidad de revistas viejas, señalamos que esas carencias parecían ser normas, al extremo que en muchas publicaciones cuesta encontrar hasta la fecha de su publicación. Por caso, en este mismo “ALMANAQUE DE LA MUJER” no existe, más allá del año del título ninguna otra referencia, por mínima que sea. No se sabe quien la dirigía, que editorial la imprimió, cual era el precio. Nada. Pero vayamos a lo que nos cuenta Macoco en “MI CARRERA DEPORTIVA”.

“La dirección del ALMANAQUE DE LA MUJER me pide la historia de mi carrera deportiva. Dos inconvenientes se oponen a que yo pueda llenar debidamente ese deseo: que no tengo el hábito de manejar la pluma y que no concluiría nunca si me pusiera a relatar todo lo que se ha ido acumulando en mi memoria”.

Continúa Macoco más adelante: “Tomé parte por primera vez en una carrera el año 1917 (vale decir que tenía 17 años) en el circuito de Morón. Allí tuve diversos percances, y terminé rompiendo el coche, un Ford. Naturalmente, no me desanimé, por el contrario, la pasión por el automóvil me dominó más que nunca. Así me preparé a tomar parte en el campeonato de la milla, sobre el camino de La Plata. Estaba resuelto a ganarlo. Pero me ganó Anasagasti. (-¿Cuándo? ¿Con que auto corrió?-) Yo lo gané después (-¿Después…? ¿Cuándo?-) con Hudson. Este triunfo me animó a disputar todas las carreras que se ofrecieran en adelante. Gané dos categorías en el año 1920 (¿??). Batí el récord de velocidad en carretera, alcanzando un término medio de 98 kms.”

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“Al año siguiente ocupé el segundo puesto en el Gran Premio de Rosario. Me ganó de la Fuente, que no sufrió la serie de percances que a mi me ocurrieron: seis pinchaduras de goma. Nada es más desagradable que una pinchadura cuando uno va en tren de triunfo, nada más angustioso que las pinchaduras consecutivas: uno siente que tiene la victoria en el volante, pero que las gomas se la van quitando”.

Prosigue Macoco luego: ”Un mes más tarde gané en Montevideo la carrera Montevideo-Punta del Este. Aquí tuve la satisfacción de tomar una buena revancha: de la Fuente que me había precedido en el Gran Premio de Rosario, llegó el segundo detrás de mí. (Como es natural no informa fechas, promedios de velocidad, marca del automóvil…)

“Desde entonces mi afición al automóvil se hizo tan fuerte como la afición del gaucho a su caballo. No me sentía yo mismo sino cuando tenía las manos sobre el volante.”

“Lo único que limitaba mi poder eran los malos caminos, y (-las próximas líneas son imperdibles) la torpeza de los que andan manejando máquinas con libretas otorgadas con excesiva liberalidad. Todos los accidentes que me ocurrían (¡!) en las calles de la ciudad o en las afueras, los ocasionaban, no la imprudencia mía, sino la torpeza y la falta de sangre fría de los demás”.

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Luego de algunas extensas consideraciones y consejos, sigue Macoco con el relato de sus actuaciones-: “Me fui a Europa en 1922. Gané el Campeonato de la Cuesta del Faro Biarritz.”

“Uno de mis recuerdos más instructivos fue más tarde el Premio de Indianápolis, en que intervine con muchos otros competidores. Había máquinas norteamericanas y máquinas europeas. Yo manejaba una de estas últimas. El premio Indianápolis no puede disputarse sino con coches inmejorables. El mío, europeo, se hizo pedazos durante la carrera. Asimismo se rompieron todos los coches europeos que intervinieron en la prueba, debido al material inferior”. (Así de simple).

“Después de la carrera disputé el Gran Premio de Europa, en Monza, con coche Muller. Fue una carrera accidentada. Murphy entró tercero y yo cuarto. Tuve una volcada que me dejó una desventaja imposible de descontar.”

“Difícilmente hubo nadie más perjudicado por la mala suerte en carreras oficiales; al intervenir en el Gran Premio de Los Angeles, en Estados Unidos, yo iba magníficamente colocado, e iba acercándome cuarto a los delanteros. El coche me iba respondiendo admirablemente. Ya sentía la sensación agradable de la victoria. Pero se rompió una biela del motor y quedé en la estacada.”

“Mala suerte tuve más adelante aquí, al intervenir en el Gran Premio de Córdoba. Por la necesidad de preparar el coche, un Hudson, en pocos días, no lo pude poner en las condiciones indispensables. El coche no me respondió y desistí al llegar a Capitán Sarmiento”.

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No todos fueron fracasos para Macoco. Cuenta luego que en Europa, con coche Sunder, ganó el Gran Premio de Miramar, donde batió el récord de velocidad en pista sin inclinación con una media de 160 kms por hora.

“En 1927 -nos dice- volví a disputar una carrera que tenía el presentimiento de ganar con facilidad, como la gane: la carrera de la Cuesta de Behobia”. (Nunca habíamos oído mencionar tal nombre. Es un barrio de las afueras de Irún, en Guipuzcua)

También, como al pasar, Macoco afirma poseer el récord en Indianápolis en pista mojada con 89 millas de promedio. No es poca cosa, por cierto.

Luego de un vuelco en San Sebastián decide abandonar las carreras en auto, aunque siguió compitiendo un tiempo en carreras de lanchas, “peligrosas también” -nos comenta- porque “en cualquier momento el barquito se prende fuego o se da vuelta”.

Finalmente, después de informar su abandono de las competencias, Macoco cuenta a sus lectores del Almanaque de la Mujer, que se ha dedicado a la venta de automóviles (concesionario Chrysler, según vemos) finalizando la nota con esta reflexión: “Como aplico los conocimientos adquiridos en la intensidad de mi vida deportiva, tengo en este comercio una ventaja mayor que la que me daba, para los campeonatos, el amor a la velocidad y la resolución de afrontar la muerte”.

Macoco Alzaga, de quien se dice inspiró a Scott Fitzgerald  “El Gran Gatsby”, fue el primer “play-boy” porteño, y su figura y sus historias están admirablemente reflejadas en la biografía de Roberto Alifano, “Tirando manteca al techo”, publicada hace un par de años.

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