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#110 • Octubre 2015 Año VI Arquitectura Edificios Inglés Patrimonio

Tanque de agua

por Enrique Espina Rawson / Fotos: Iuri Izrastzoff
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El próximo mes se cumple el centenario de la inauguración de un depósito de agua, y el decimoquinto aniversario del Museo de Arquitectura y Diseño, o MARQ. El depósito de agua en cuestión es el edificio incuestionablemente inglés, ubicado en Avenida del Libertador 999, en su encuentro con Callao, y que hoy alberga la sede del Museo creado por la Sociedad Central de Arquitectos en el año 2000.

Esta construcción -de la firma de ingenieros- constructores Scott y Hume- podría estar ubicada en muchos lugares del mundo, tantos como en los que intervino Inglaterra para tender interminables vías férreas, y de paso exportar casi todos los materiales empleados en estas obras colosales, desde las locomotoras hasta los ladrillos y el cemento, como en este caso.

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Con la paulatina extinción de las máquinas a vapor, este gran depósito quedó sin razón de ser. Quizás por distracción de la gente que todo lo demuele, estuvo allí olvidado por años, hasta que en 1997 el Estado Nacional lo cedió a la SCA, con el fin concretado tres años después y que hoy recordamos.

El interior del antiguo tanque está dividido en subsuelo y cuatro plantas de 80 m2 cada una, en las que continuamente se realizan exposiciones de gran convocatoria; y el predio que lo circunda tiene una superficie importante -1500 m2- sobre todo considerando la ubicación de privilegio que lo distingue.

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Este amplio y cuidado jardín permite también realizar exposiciones al aire libre, que se disfrutan como un paseo.

El horario para el público es de martes a domingos de 12 a 20 hs.

Por donación de una importante empresa se construirá un moderno anexo de 200 m2, adonde se instalarán otros salones, una cafetería y sanitarios de los que carecía la torre original.

También su posición y elevación constituyen un punto de vista inédito para contemplar el Parque Thays y las zonas de aproximación a la Estación Retiro.

Debemos un comentario que hace a su apariencia. Cualquiera sea la perspectiva con que se la mire, es única. La gran ventaja de dar a los cuatro vientos, y carecer de vecinos, le confiere una presencia de autoridad, algo sombría, solitaria y majestuosa. Pareciera decirnos: Aquí no se juega.

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Quien ignorara su historia podría plantearse si allí funcionaba una prisión semejante a esos terribles establecimientos de la Inglaterra victoriana, quizás algo así como un orfanato o un asilo de mendigos. Pero contemplándola bien, pese a su continente severo, se adivina que de un tiempo no tan lejano, quedan ecos de fraternidad pasada, seguramente de obreros criollos que allí se reunían frente a la clásica salamandra de fundición, mientras el mate pasaba de mano en mano, antes de entrar al trabajo.

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