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#15 • Agosto 2010 Año I Cultura Escritores Historia Instituciones Patrimonio

Tesoro de la SADE

por Enrique Espina Rawson / Fotos: archivo SADE
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Cada tanto leemos noticias que nos llevan al añorado y cada vez más distante mundo de las aventuras. Ninguna tanto como cuando en algún mar lejano se descubre un tesoro perdido de tiempos remotos. Joyas maravillosas, crucifijos de oro y esmeraldas, pilas de doblones, armas invalorables y toda suerte de prodigios almacenados en cofres pulverizados hace siglos y que yacían en los océanos son traídos nuevamente a la superficie y expuestos en museos para deleite de coleccionistas y profanos.

Un tesoro no menos importante fue descubierto en Buenos Aires no hace mucho, y si bien mereció algún espacio en los medios, no tuvo la difusión que su importancia hubiera acreditado. Es un tesoro de papel, y fue hallado en la calle Uruguay, precisamente en la sede de la SADE (parece un juego de palabras) y más precisamente aún, en un placard del 2do.piso.

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Al asumir las nuevas autoridades, presididas por Alejandro Vaccaro, se intentó, como medida de emergencia, tratar de confeccionar algún tipo de inventario, y poner algo de orden en un deliberado maremagnum administrativo colosal. No existía estado de cuentas, ni balances, ni se sabían exactamente los juicios de toda laya que enfrentaba la entidad; los bienes se habían dilapidado, y era tarea ímproba llegar a determinar activos y pasivos.

Se empieza por la limpieza física del edificio, tan abandonado como una tapera. En las tareas de reemplazar caños que perdían, enchufes en cortocircuito, desagües tapados y desprenderse como sea de desperdicios de todo tipo, y junto a montañas de papeles carcomidos por la humedad y sin valor alguno, aparecen unas viejas carpetas de cartón, milagrosamente mejor conservadas que el resto de los desechos.

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Iban a correr el mismo destino: la basura. ¿Qué podían contener de importancia? Apresuradamente se hojean algunas, y apenas se puede dar crédito a lo que se ve. Cartas manuscritas en amarillentos pliegos, poesías, relatos, testimonios de toda índole…¿Las firmas? Todas, simplemente. De la A a la Z, comenzando por Alberdi, pasando por Rubén Darío, José Hernández, Leopoldo Lugones, Sarmiento, Horacio Quiroga, Ricardo Rojas, Lucio V. Mansilla, Roberto Arlt, Ricardo Güiraldes….

¿Qué más? Está el manuscrito de la “Marcha Triunfal” de Rubén Darío, la carta de despedida de Alfonsina Storni dirigida a Manuel Gálvez…

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Es inexplicable que este invalorable archivo haya escapado al saqueo, salvo que se impute este afortunado olvido a la ignorancia. Lo cierto es que esta colección, la mayor del país y sin duda, una de las más importantes del mundo, ya ha sido catalogada, microfilmada y se encuentra a buen recaudo.

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¿Qué se hará con ella? Lógicamente, estas piezas están destinadas al estudio de especialistas, en primer término, y también a la exhibición pública. Se barajan posibilidades, y es prematuro aún imaginar destinos. Lo cierto es que la SADE, histórica entidad argentina, es poseedora del mayor tesoro literario de América, cuya misma existencia se ignoraba.

¿No sería posible que alguna entidad, pública o privada, o un consorcio de empresas financie la reproducción facsimilar de la colección, o al menos de las piezas más importantes?

El destino de la colección tiene final abierto. Veremos como sigue.

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