Santa Fe 1291
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Mucho ha abundado la literatura -y más aún la nostálgica tanguera- sobre el ensanche de la calle Corrientes, como muchos la siguen aún llamando, a pesar de ser una avenida. Pero muchas calles paralelas sufrieron el mismo tratamiento, por caso la hoy Avenida Santa Fe. La edificación posterior a 1904 -año en que se promulgó la ordenanza que dispuso la medida- fue adecuándose a la nueva traza, pero muchas otras preexistentes fueron demolidas parcialmente, quedando a veces las nuevas construcciones con grandes frentes y pequeños fondos, tal como hoy podemos ver en otros ensanches posteriores, por caso las avenidas Independencia y San Juan.
El ensanche de “La Gran Vía del Norte”, como se la denominó pomposamente décadas después, ya existía desde Callao al Norte desde mucho tiempo atrás, y el tramo faltante de Esmeralda a Callao, se completó en dos secciones: de Esmeralda a Libertad en 1913 y de Libertad a Callao a principio de los 30.
A medida que se iban liberando cuadras tras meses y años de demoliciones, se levantaban, paralelamente y a buen ritmo, casi todos los edificios franceses típicos de los 20´ que la distinguen por su elegancia y diseño.
Uno de estos clásicos edificios de renta se encuentra en la esquina Noreste en su cruce con Talcahuano (Santa Fe 1291). No ofrece nada excepcional que no haya sido descripto ya en tantos otros.
Su diseño lleva la firma de los arquitectos Quincke y Chute, pero hay en esta clásica construcción dos detalles dignos de mención. El primero es ejemplo de lo que decíamos: es perceptible el escaso fondo del terreno en relación al gran frente que da sobre Santa Fe, y tan es así que se puede apreciar como sobre la entrada del edificio, los arquitectos desarrollan un voladizo que se extiende por toda la fachada.
Con el logran no sólo dar movimiento al vasto frente, sino también ganar espacio habitable. El segundo es que figura también en la fachada el nombre del constructor, que es nada menos que el arquitecto Alejandro Virasoro, a quien se considera el padre del art-decó en Buenos Aires.
Y justamente, una de sus obras emblemáticas es la Casa del Teatro, (a la cual hemos dedicado una nota en FXBA) situada a pocos metros en la misma vereda.
Resulta algo extraño pensar que las dos obras se deben haber desarrollado casi simultáneamente, de modo tal que Virasoro se ocupaba profesionalmente, como constructor y como arquitecto ¡y en la misma cuadra! de dos concepciones diferentes de la arquitectura. La primera, el ya consagrado academicismo francés tantas veces expuesto en cuadras y cuadras de la famosa avenida, y la otra, la suya propia, que podríamos decir inauguraba los lineamientos de la nueva estética en decoración y arquitectura que nos llegaba de Europa y de la cual él fue su principal ejecutor en nuestra ciudad. Curioso, no?