Hotel Lancaster
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Un estudio emblemático de las décadas del 20, 30 y 40 del siglo pasado, fue, sin duda alguna, el integrado por los arquitectos Acevedo, Becú y Moreno. Muchos palacetes de Barrio Parque, y suntuosos edificios llevan su firma. Podemos suponer que, más allá de sus condiciones profesionales, sus vinculaciones sociales y personales facilitaron este acceso a obras de gran categoría.
Vayan como ejemplos, la propia residencia del matrimonio Acevedo Anchorena, en Libertador 2119, actualmente Embajada de Arabia Saudita, la Iglesia de San Martín de Tours, el Sanatorio del Centro Gallego, en la avenida Belgrano, y la residencia Larrivière, hoy sede de la Embajada de España. Amén de imponentes chalets en Mar del Plata y cascos de estancias en la Provincia de Buenos Aires.
Los tres fueron egresados de la entonces Escuela de Arquitectura, dependiente de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA. Uno de sus proyectos emblemáticos fue el Lancaster Hotel, de principios de los años 40, cuando en nuestra ciudad eran más comunes los viajeros que los turistas.
Sus siete pisos, con mansarda metálica, se elevaron en un amplio terreno con frente principal sobre la avenida Córdoba, continuando por Reconquista y finalizando en el pasaje Tres Sargentos.
Según se decía, fue encargado por la firma inmobiliaria Schaffhausen, cuyo socio mayoritario era un personaje de Buenos Aires: el conde Zuvoff, de la exiliada aristocracia rusa, quien -a decir de quienes lo frecuentaron- deseaba vivir cómodamente en un hotel a su medida para recibir a sus amigos y planear recepciones.
Su refinamiento exigió para esta obra el aire acondicionado central, raro aún en esa época, salvo en los principales cines céntricos. El Lancaster tuvo su época de esplendor, especialmente cuando viajeros del peso de Graham Greene o Nelson Rockefeller prefirieron sus habitaciones y su comedor al de los más antiguos y afamados, como el Plaza o el Alvear.
Un detalle, también exigencia del detallista noble: el sector de alojamiento está separado del comedor, que tiene su acceso propio por la esquina de Reconquista y Tres Sargentos.
La construcción del Lancaster puso una nota de color en la zona, un tanto abrumada por el revoque gris de los viejos edificios circundantes.
En efecto, el ladrillo a la vista combinado con la piedra Mar del Plata remitía un poco a sus contemporáneos Casino y Hotel Provincial de esa ciudad, si bien en otro estilo. Esta combinación de ladrillo, piedra y revoque muy blanco tuvo su época en el Buenos Aires de esos años, y muchos edificios se construyeron así.
El Lancaster puede catalogarse como estilo inglés, y dentro del inglés, georgiano.
Luego de su época de oro -como suelen hacer los imperios y los simples seres humanos- decayó un tanto.
En 2007 fue adquirido por una cadena de hoteles, restaurado y hoy, pasada más de una década sigue funcionando con la categoría digna de un conde ruso exiliado. Y con dinero, por supuesto.