Guillermo Rawson
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Cercana a la intersección de las avenidas Las Heras y Pueyrredón se encuentra la plazoleta donde se yergue el monumento al Dr. Guillermo Rawson. Debe ser de los pocos que no ha sido cercado con verjas, y quizás esto ha contribuido a convertirlo en blanco inerme de la depredación, deporte natural de buena parte de los habitantes y/o invasores de nuestra ciudad.
En la parte posterior del basamento se reproduce una frase del discurso que Mitre pronunciara en el sepelio de los restos del Dr. Rawson:…”jamás encontré en la vida un ser tan bellamente dotado que más se acercase al ideal de la perfección moral”.
Esta frase es desmentida por la JP, que, seguramente avalada por serios estudios históricos, estampó en ese lugar con pintura roja, además de su sigla, un rotundo “Mitre mintió”.
Afortunadamente, en las últimas semanas éstos “graffitis” fueron compasivamente disimulados por brochas del Gobierno de la Ciudad.
También falta la mayoría de las placas que ornaban el monumento, podemos pensar que fueron retiradas por esta agrupación ¿política? para reforzar su posición, digamos ideológica. Lo que no impide, por cierto, su venta como metal.
Podemos citar, brevemente, algunos aspectos de la vida de Rawson. Nacido en 1821 en San Juan, hijo del Dr. Amán Rawson, se recibe de médico con la admiración de sus profesores. Fue varias veces diputado y senador, y como Ministro del Interior llegó a ocupar provisionalmente la Presidencia de la Nación.
Como médico higienista, primero en su especialidad y fundador de la cátedra en la Universidad de Buenos Aires, produjo un detallado informe sobre la vida en los conventillos o casas de inquilinato, en el que denunciaba crudamente los perjuicios que causaba a la sociedad el drama del hacinamiento y la pobreza.
En tal sentido, su acción durante la epidemia de fiebre amarilla que se abatió sobre Buenos Aires fue ejemplar, y su accionar en pos de la salud pública, lo lleva a fundar la Cruz Roja Argentina.
A él se le debe también la llegada de inmigrantes galeses al valle de Chubut, y, por tal motivo la capital de esa provincia lleva hoy su nombre.
Con graves problemas de la vista, y sumamente pobre se traslada a París para tratar sus dolencias. El Congreso de la Nación, enterado de esta situación, le concede una pensión que Rawson acepta sólo parcialmente, ya que destina una parte del monto a establecer un premio para los mejores trabajos que se publicaran sobre higiene.
La entonces Municipalidad de Buenos Aires le encomienda el estudio de los adelantos que sobre esta materia se realizaban en Europa para ser aplicados en nuestra ciudad y, a tal fin, le gira a París la suma de seis mil pesos para los gastos iniciales y a cuenta de sus honorarios.
No es descabellado imaginar en la encomienda de este estudio un gesto de disimulada ayuda al hombre que, luego de ocupar los más altos cargos de nuestro país, se hallaba en la pobreza y disminuido físicamente. Quizás Rawson lo entendió así.
Lo cierto es que el gobierno de la ciudad, al poco tiempo, informaba a la Legislatura que el Dr. Rawson declinaba el honor que se le confería, y devolvía la suma de seis mil pesos, más los intereses acumulados al día de la fecha, ya que habían fracasado todas las gestiones para que retuviera esa suma hasta tanto pudiera llevar a cabo los informes solicitados.
El Dr. Rawson falleció en París el 20 de enero de 1890. Sus restos fueron repatriados, y en 1928 se inauguró el monumento, que hoy, poco a poco, parece estar desapareciendo.