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#50 • Septiembre 2011 Año II Beaux-arts Calles Paisaje Urbanismo

Pasaje Rivarola

por Enrique Espina Rawson / Fotos: Iuri Izrastzoff
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Es frecuente tema de conversación si Buenos Aires se parece a París. Hay un punto de nuestra ciudad en el cual termina toda divergencia. En él, Buenos Aires no es parecida a París. Es París. Salvo, claro está, por los carteles de los comercios, que no están escritos en francés.

Ese exacto lugar no está en algún exclusivo rincón de la Isla, ni de Barrio Parque, sino, contra lo que podría suponerse, en pleno centro porteño. Nos referimos al pasaje Rivarola, que corre en dirección Norte-Sur entre Bartolomé Mitre y Tte. General Perón al 1300, y sus transversales Uruguay y Talcahuano.

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En esa cuadra hay sólo ocho edificios, enfrentados en espejo, en absoluta simetría. Tienen planta baja y cinco pisos -mansardas estos últimos- y se corresponden hasta en los más mínimos detalles. Su edificación data de 1924-26, años de inicio y terminación de este bellísimo complejo de viviendas, vale decir de la mejor época en cuanto a estilo y calidad de los materiales utilizados. Todo es clásico: la ornamentación, la pizarra importada de los remates, la herrería artística de puertas y balcones, los pisos de mármol en las entradas y palieres, y de roble de Eslavonia en los departamentos (tres por piso), los ascensores de rejas, y el frente simulando piedra París.

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Nada puede objetarse desde la ortodoxia estilística, y menos aún, los relucientes marcos de bronce de puertas y vidrieras que ennoblecen los locales. Los edificios de las cuatro esquinas rematan en impecables cúpulas de pizarra, como cuatro torres que otearan previsoramente el horizonte para evitar ataques sorpresivos.

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También están habitadas, según los diseños de la obra, que incluían, con gran sentido práctico, lavadero en las azoteas y amplios sótanos como depósitos de muebles. Esta obra fue llevada a cabo por la firma de arquitectos Petersen, Thiele y Cruz y la empresa alemana de construcciones Geope, por cuenta de la entonces Compañía de Seguros La Rural, así llamada por tener sus oficinas en el mismo pasaje, que por entonces tenía ese nombre.

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Cambió por Pasaje Rivarola, recién en 1957. Eran “edificios de renta”, según la denominación de la época, ya que se alquilaban a familias o bien a estudios profesionales, generalmente de abogados o escribanos. Al promulgarse la ley de Propiedad Horizontal en 1948, los departamentos fueron adquiridos, en su gran mayoría, por los antiguos inquilinos. El paisaje de esa cuadra es muy especial, realmente alejado del tumulto de las cuadras linderas, y eso es reconocido por fotógrafos y gente de cine, que frecuentemente solicitan autorización para filmar allí, preferentemente en publicidad que requiera escenarios europeos.

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Contribuye a ese ambiente la índole de los negocios-tranquilos y apacibles- de la cuadra, destacándose una antigua relojería que señala su presencia con un gran reloj que impone severidad a la calle. Este local es conocido como “la Chacarita de los relojes”, y es famoso entre quienes buscan piezas inhallables en otras latitudes. Personalmente, entre tantos locales lamentamos la ausencia de un bistró para sentirnos definitivamente instalados en París.

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El Dr. Rodolfo Rivarola, (1857-1942) en cuya memoria se rebautizó el antiguo pasaje La Rural, fue un destacado intelectual de su época. Abogado, ejerció importantes cargos en la magistratura, a la que renunció luego de una disputa en la que debió intervenir en defensa de la libertad de prensa, fue rector de la Universidad de la Plata, y Profesor de Psicología en la Facultad de Filosofía y Letras. Se lo caracterizó ideológicamente como “el último hombre de la generación del 80”.

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