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#55 • Noviembre 2011 Año II Arquitectura Edificios Grandes Casas Racionalista

Alvear 1502

por Enrique Espina Rawson / Fotos: Iuri Izrastzoff
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A una cuadra del edificio de Pater y Morea ya comentado, hay otra singular expresión del racionalismo en la arquitectura porteña. Hablamos de la casa de departamentos, o edificio de renta según la antigua denominación, de Avenida Alvear 1502.

Aún cuando están borrados los nombres, responde al prestigioso estudio de arquitectura Sánchez, Lagos y de la Torre, autores de muchas reconocidas obras en nuestra ciudad, entre las cuales debemos caer en la obviedad de mencionar el Kavanagh; para esos años el edificio más alto de Sudamérica, construido entre 1933 y 1936. Se desarrolla principalmente sobre la calle Parera, con entrada por la ochava con Alvear.

El edificio lindero, Parera 178, continúa el mismo diseño, siendo visualmente un mismo bloque, aún cuando, como en este caso, tenga dos entradas que correspondan a edificios diferentes. Podemos apreciar esta obra como una concepción austera del modernismo, con cierta rigidez que la aleja de la suavidad y armonía de la obra de Pater que usamos como referencia.

Sus severas líneas están reforzadas por cuatro ábsides o bow-windows rectangulares que recorren toda la altura del frente sobre Parera, que evocan fantásticas y monumentales torres de fortalezas nórdicas.

Contrastando y atenuando la severidad de estas rígidas líneas, otro nuevo ábside sobre la entrada, esta vez semicircular, recorre el edificio, pero, extrañamente, nace desde el segundo piso.

Mucho más extrañamente aún, -y no atinamos a comprender que razón imperiosa obligó a esa resolución en un edificio de esta categoría y ubicación-, exactamente en el medio de la pared del frente, arriba de las macizas hojas metálicas de la entrada, se abre una pequeña ventana en la ochava, de las que en el idioma coloquial se denominan ventilux,  y que son utilizadas, en general para cocinas o baños. Dejamos esta perplejidad a los lectores.

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Digamos, finalmente, que esta obra es de 1937, y que ganaría mucho si se unificara la pintura de los dos edificios y se repararan algunas persianas rotas que afean la estética de esta singular obra, representativa de una época dorada de la construcción en Buenos Aires.

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