Muchos recordarán los andamios de madera, que se usaron durante siglos, hasta que aparecieron los de hierro, que, además de ser mucho más seguros, se montan y desmontan con facilidad.
Esta innovación trajo, en su momento, aparejada una serie de ventajas, entre ellas las de su costo. Ya no era necesario comprar todo el infinito maderamen que demanda la construcción de un edificio; estos andamios metálicos se alquilan, se usan y se devuelven y se vuelven a reutilizar indefinidamente.
Por supuesto, no en todos los casos es así. Hay en la vía pública andamios que, no sabemos por qué, están emplazados hace años, y que podríamos felicitarnos que no sean de madera, ya que si no estarían transformados en bosques, gracias a las lluvias y a la humedad perenne de nuestra amada ciudad.
El problema inmediato y visible es, lógicamente, la molestia que genera a los transeúntes, que deben caminar esquivando las columnas y travesaños metálicos que obstruyen el paso.
Un caso emblemático es del Teatro Nacional Cervantes, ubicado en Córdoba y Libertad. Hace mucho, y en buena hora, se decidió su restauración, se montaron los andamios y algunas personas anduvieron por ahí haciendo alguna cosa, por algún tiempo. Después desaparecieron tan misteriosamente como habían llegado. Las personas, porque los andamios quedaron, aparentemente para no irse más.
Dado el tiempo transcurrido (¿años?) uno podría preguntarse si estos andamios, como casi todos los andamios de Buenos Aires, son alquilados. En tal caso, ¿se seguirá pagando el alquiler?…y ya que estamos ¿Qué pasó con las obras? ¿Seguirán alguna vez? ¿Habrá que restaurar las restauraciones?
La historia del Teatro Nacional Cervantes es conocida. Fue construido por iniciativa de dos grandes figuras de la escena hispánica, que obtuvieron resonantes sucesos en Buenos Aires: Fernando Díaz de Mendoza y María Guerrero. Por gestión de don Enrique García Velloso, estos nobles artistas convinieron en donar esta magnífica obra a la República Argentina, siendo inaugurado en 1921, con la presencia de las más destacadas personalidades del arte y la cultura.
Su fachada, de estilo plateresco, reproduce la del Colegio Mayor de San Ildefonso de Alcalá de Henares, y su interior fue terminado con finísimas y decorativas mayólicas, y con carpintería y herrería de la más alta calidad importadas de España.
El Cervantes sufrió un par de incendios en su larga existencia. El segundo en 1961, sirvió, más allá de la tragedia y las pérdidas que significaron, para adecuar escenarios y todos los sistemas técnicos que posibilitan las puestas en escena a las necesidades de la época.
También se construyó el gran edificio adosado sobre la Avenida Córdoba, que significó una gran expansión de todo orden de las múltiples actividades, no sólo representación de obras, que se desarrollan en el Teatro.
Lamentablemente, la marquesina que da a la calle Libertad, obra del estudio de Mario Roberto Alvarez al igual que el edificio anexo mencionado, fue reconstruida, ignoramos las razones que llevaron a esta decisión, con un diseño que no concuerda para nada con todo el resto del edificio original.
Entendemos que debió respetarse el carácter histórico de la obra, tal como fuera concebida. Pero más allá de estos detalles, lo cierto es que el Teatro Nacional Cervantes, dependiente de la Secretaría de Cultura, que a su vez depende de la Presidencia de la Nación, está en el estado que cualquiera que pase por allí puede constatar y calificar sin necesidad de mayores explicaciones. Seguramente podremos coincidir en que este edificio histórico, emblema y orgullo de nuestra ciudad, merece mejor tratamiento.