Fervor x Buenos Aires

Biblioteca

T. E. Lawrence, o si se prefiere Lawrence de Arabia, consideraba a la colosal fortaleza de Kalaat-El-Hoesn el más hermoso castillo del mundo.

Esta impresionante construcción que aún se levanta, cercana a Alepo, Siria, conocida como “el Krak de los Caballeros”, era la morada de la secta de los Assacis, mal traducidos como “asesinos”, y del famoso Hassan Sabah, el primer “Viejo de la Montaña”.

Durante treinta y cinco años este enigmático jeque vivió y dominó desde ella esa parte del mundo. Es fama que sólo dos veces abandonó sus aposentos y se dignó salir a la terraza para echar una ojeada a los maravillosos jardines que la rodeaban. Una absorbente ocupación consumía sus horas: la lectura. Víctor-Emile Michelet, en “El Secreto de las Ordenes de Caballería”, nos cuenta que el sagrado caudillo había envejecido sobre los herméticos manuscritos que sus discípulos le enviaban de todos los rincones de la tierra, “tesoros de Grecia, de Egipto, de Persia, de la India, manuscritos que un día quemarían los mongoles de Gengis Khan, como los cruzados quemarían la biblioteca de Trípoli, como Omar quemó la biblioteca de Alejandría, como los alemanes quemaron, en 1914, la biblioteca de Lovaina. Una ley satánica quiere que la masa bestial de la humanidad destruya los más bellos testimonios del impulso entusiasta de su elite hacia las cumbres espirituales”.

Nuestra Biblioteca Nacional no ha sufrido, afortunadamente, tan desastroso final. Fundada en 1810, funcionó en la Manzana de las Luces, pero la que perdura en la memoria popular, es la de México 564, ligada a perpetuidad a los nombres de Groussac y de Borges.

La dirección del tolosano abarcó 44 años, (1885-1929) lo que entendemos debe suponer un hito no superado, y sólo interrumpido por su muerte. Borges evocó en memorables páginas esta presencia entre las colmadas estanterías de los interminables pasillos atiborrados de interminables libros que engendraron “La Biblioteca de Babel” y “El poema de los dones”.

La ceguera no parece ser, prima facie, una cualidad adecuada para ejercer la dirección de una Biblioteca. Sin embargo, el caso de Borges, notoriamente, fue anticipado por Groussac, y anteriormente por José Mármol. Curioso, enigmático.

El edificio actual, ubicado en la plaza limitada por Austria, Libertador y Agüero, sobresale como una nave de la Guerra de las Galaxias, entre añosos árboles que pertenecieron a la Residencia Unzué, residencia presidencial demolida en 1955. Responde a un diseño de Clorindo Testa, que en su momento fue tan admirado como cuestionado.

En la actualidad, su monumental presencia es un símbolo más de la ciudad y sus instalaciones son visitadas habitualmente por bibliófilos, lectores y estudiantes. En sus salas de lectura se respira ese ambiente de conjurados, de gentes desconocidas de edades y condiciones distintas, pero hermanadas en el antiguo y maravilloso ritual de interpretar signos estampados en papeles y reunidos en objetos rectangulares conocidos como libros.