La primera sensación que nos sugieren los dibujos de Ismael Diggelmann es la de inocencia. Sólo una mirada proveniente de la pureza puede lograr una visión adámica, despojada de discurso, sin atisbos de intencionalidad, que se nos ofrece con candor y timidez.
Allí están. ¿Son edificios reales, podemos compararlos con los originales de cemento, hierro y pizarra que aún embellecen a Buenos Aires? ¿Las molduras, los ornamentos, las volutas, las mansardas y las cúpulas son realmente así, como Ismael las plasma en sus trazos minuciosos, de exasperante perfección?
¡Qué importa! Lo real, lo que interesa es que estas obras, como todo lo simple, lo es sólo en apariencia, y para el observador atento encierran más de una complejidad.
Así ¿desde que ángulos son tomados los apuntes? Las perspectivas, las superposiciones de planos, no pueden ser reales. Y sin embargo, están impregnadas de un verismo, casi un “hiperrealismo”, que se torna inquietante, como esos juegos de naipes que no nos entregan nunca su último secreto.
Diggelmann explora un universo edilicio, en algunos casos real, y en otros posible o verosímil, con certero instinto y mano maestra. Nadie puede dibujar así con sólo proponérselo, ni puede agregar poesía al papel y la tinta china por haber pasado por una academia.
Es preciso sentir, padecer diríamos, un profundo amor, casi una veneración por Buenos Aires, para detallar con realidad, o embellecer con fantasía la ciudad que caminamos todos los días.
Ismael, estamos seguros, así lo siente, y como así lo siente lo expresa en sus espléndidos dibujos sobre esta misteriosa ciudad que, también nosotros entrañablemente padecemos.
(*) El artista Ismael Diggelmann, dibujante e ilustrador de diversos e importantes medios -y particularmente interesado en la arquitectura y el paisaje urbano- ha estado recibiendo encargos de obras desde el año 2003 por parte de Izrastzoff Bienes Raíces. En su mayoría se refieren al Patrimonio de Buenos Aires, y están expuestos en la Casa Central de la inmobiliaria.