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#37 • Abril 2011 Año II Arte Curiosidades Leyendas Monumentos

Caperucita roja

por Héctor Ángel Benedetti / Fotos: Delfina Rosell
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En la Plaza Sicilia del Parque 3 de Febrero, con cara hacia la Avenida Sarmiento, reverbera al sol de la mañana el mármol de una de las estatuas más cándidas de nuestra ciudad.

Su nombre original fue Le petit chaperon rouge. No es la única Caperucita del mundo emplazada en un paseo: las hay también en Australia, Alemania, Rusia, España… Y sin embargo, siempre se vuelve a la de Buenos Aires, a la blanca inocencia de esta Caperucita con su cesta y el ramo de flores, acechada por el Lobo del cuento de Perrault.

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Su escultor fue el francés Jean Carlus (1852-1930), oriundo de Dordogne (Aquitaine); un lugar casi mágico con bosques y castillos y antiguos pueblitos rurales. Fue discípulo de Alexandre Falguière y de Antonin Mercié.

Su obra más conocida es la estatua de Buffon, en el “Jardin des Plantes” del Muséum national d’Histoire naturelle (París); también es famosa su alegoría del Agua en el quartier de Bonnefoy, Toulouse. Esta última contiene un detalle interesante para nuestro artículo de hoy: en su parte trasera hay una niña, y esa niña pareciera ser la hermana mayor de nuestra Caperucita.

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Otras creaciones interesantes de Carlus fueron el monumento a tres maestros de Laon, fusilados por los alemanes en 1870-1871; una estatua de Molière y su criado que está en el museo de Sens; el busto sobre la tumba de Jules Vallès en el cementerio de Père-Lachaise; la estatua ecuestre de un siphai (cipayo) marroquí; y la representación de un orfebre en la alcaidía de uno de los distritos de París. Cada tanto aparecen en subasta otras obras menores de Carlus (bustos, pequeñas esculturas, etcétera); pero por lo general no se conoce mucho sobre su vida y legado.

Se recuerda que fue miembro de la Société des Artistes desde 1886, y que fue premiado en 1889, 1899 y 1900. En Buenos Aires, donde fue a parar su estatua de Caperucita, se recogieron menos noticias aún: se lo ha mencionado erróneamente como “Juan Carlos, sin apellido” y cierta catalogación municipal lo cita como “José María Carlus”.

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Hay una historia apócrifa, un mito urbano, sobre esta estatua. Se dijo que estuvo en las Barrancas de Belgrano y que una colegiala había muerto al resbalarse y golpear su cabeza contra la escultura. Debido al hecho, las autoridades trasladaron el monumento a la Plaza Lavalle. Un disparate. ¿Qué perversión colectiva habrá llevado a tranferirle semejante leyenda?

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La verdad es que en 1937 la Municipalidad de Buenos Aires compró la estatua (llamada oficialmente “Caperucita Roja”, y no “Caperucita y el Lobo” como habitualmente se cree) y que estuvo en Plaza Lavalle hasta 1972 sin verificar tragedia alguna.

Luego se la trasladó al Parque 3 de Febrero.

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Creyóse que el bosque palermitano sería un lugar más apropiado dado el “espíritu” de la obra, pero lo cierto es que resultó ser también el más vulnerable, pues allí quedó a merced del daño público.

Muy deteriorada —faltaba incluso una oreja del Lobo— debió ser internada en el Departamento de Monumentos y Obras de Arte, ese misterioso predio colmado de estatuas en la Avenida Adolfo Berro, para una urgente restauración. Circuló el rumor que había sido robada.

Finalmente, en octubre de 2010 volvió a su emplazamiento en la Plaza Sicilia.

Otra presencia de Caperucita en Buenos Aires, incluso anterior a la estatua de Carlus, es la calle con su nombre. Se trata de un corto pasaje en el barrio de Parque Chacabuco; corre entre Picheuta y Del Barco Centenera, al 1600 de esta última. Recibió el nombre “Caperucita” por la Ordenanza Nro. 1424 del 30 de diciembre de 1925.

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