Casa América. Así dice la leyenda sobre la entrada, en la esquina sur -este de San Juan y Balcarce. Fue construida por cuenta y orden de la Comisión Nacional de Casas Baratas. Tal cual.
Más que la existencia de tal comisión nos asombra que a las casas baratas se las llamara exactamente así: casas baratas. ¿Cuándo se perdió la sana costumbre de llamar a las cosas por su nombre? ¿Cuándo el hospital pasó a ser el nosocomio, el kiosco de la esquina un drugstore, y el boliche de la vuelta un restó? ¿Alguien aceptaría hoy admitir de buena gana que vive en una casa barata o denunciarían esto ante el INADI como discriminación? ¡Quién sabe!, pero lo curioso del caso es que más quisieran muchos vivir en esta “casa barata”, edificada sobre un terreno de más de 3300 m2, (San Juan 250-70) con jardín al frente, acceso abierto en U; amplios espacios de aire y luz, y una distribución a escala humana armónica estética y funcionalmente eficaz.
Si esta es una casa barata, ¿cómo calificar entonces a las deplorables construcciones sin estilo ni gracia que vinieron décadas después saturando de opaca vulgaridad todos los barrios? Esta excelente obra, que cumple ya ochenta años, obedece a la estética de la época, acorde con los edificios públicos de esos años, inscriptos en el racionalismo, que, entre otros méritos de su concepción, está el de haber abierto los interiores al aire y a la luz.
Esta obra de 98 departamentos, tiene algunas cosas curiosas, por ejemplo, es la primera de las casas de la Comisión a la que se proveyó de ascensores, y otro dato raro: quien la contemple desde la vereda de enfrente comprobará que el ala oeste tiene un piso menos -3- que el ala este-4-, y sin embargo la altura de ambas es la misma.
Desde luego no hay ninguna magia en esto, simplemente se aprovechó el desnivel de la barranca de San Juan. La Casa América presenta un grado aceptable de conservación, salvo el pequeño muro externo que da sobre la avenida, y los laterales de Balcarce, permanentemente cubiertos de inscripciones estúpidas en épocas normales, y épicas en tiempos electorales.
Tampoco es agradable el tono celeste sucio que cubre fachada y persianas: le da un aspecto tristón y desaliñado que no se corresponde con su calidad. Seguramente en sus inicios el edificio fue absolutamente blanco, ese blanco refulgente que sólo conseguía con la mica agregada al revoque final, y que es, definitivamente, el color del racionalismo.
En una nota anterior en la cual describimos la casa de Victoria Ocampo en Palermo Chico, mencionábamos la curiosa circunstancia que su arquitecto fue Alejandro Bustillo, y que esta obra fue la primera y última que realizó para el racionalismo, estilo que ciertamente no amaba.
En esta extraña Casa América, se da un caso similar. Su proyectista y ejecutor fue el arquitecto Estanislao Pirovano, siendo esta también la única obra moderna que se le conoce, ya que fue un especialista en el colonial plateresco y el renacimiento inglés. También del clasicismo francés. Un ejemplo: el Alvear Palace Hotel, de 1932. Ya iremos allí.
Pero antes iniciemos ya mismo un petitorio para que se recree la Comisión Nacional de Casas Baratas, y que se llene la ciudad de construcciones como esta espléndida Casa América, que hoy ofrecemos a la consideración de nuestro selecto público.