Casa de San Luis
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Muchas calles de Buenos Aires podrían ser consideradas como un catálogo de arquitectura. La homogeneidad estilística que ostentan tantas ciudades famosas encuentra su contrapartida en la nuestra. El art nouveau convive con el racionalismo y el art decó con las casas chorizo. ¿Quién podría asegurarnos, sin embargo, que esto no constituya también un estilo a gran escala?
No es fácil llamar la atención en este contexto. Lo consigue, y muy airosamente, por cierto, el petit-hotel ubicado en Azcuénaga 1087, actual sede de la Casa de la Provincia de San Luis. Su construcción data de 1920, y es obra del arquitecto italiano Virginio Colombo, autor de numerosas obras en nuestra ciudad, especialmente en las entonces denominadas “casas de renta”.
Carlos Lagomarsino, exitoso empresario textil, encarga a Colombo esta obra para vivienda familiar, con instrucciones muy precisas en cuanto a la categoría de los salones, la calidad de los herrajes y la ornamentación en general.
Colombo cumplió meticulosamente con las exigencias, y desarrolló una obra que más allá de los suntuosos interiores, se caracteriza por una fachada trabajada con profusión de detalles que, de alguna manera, podría inscribirse en la escuela churrigueresca. Este estilo, creado y desarrollado por el arquitecto español José Benito de Churriguera (1665-1727) y en menor grado por sus hermanos, también arquitectos, se caracteriza por la sobrecarga de detalles ornamentales, una exageración del barroco. Casi una excentricidad.
En épocas anteriores la arquitectura clásica de sobrio ornato, era considerada entre nosotros el ideal estético al cual debía ajustarse todo lo que no quisiera ser tildado de guarango. El barroco, por definición, era visto como un género excesivo, un alarde de preciosismo destinado a las iglesias y a los retablos de sus altares, de ninguna manera a las casas particulares.
No obstante, el tiempo ha hecho reconsiderar esas premisas, aparentemente definitivas. Sus elaborados balcones, las filigranas superpuestas, los enrevesados herrajes y los querubines de piedra son hoy motivo de admirada observación por los transeúntes que se detienen a contemplar estas curiosidades. Si alguna vez fueron ostentación sobrecargada, hoy no.
La casa fue ocupada sólo cuatro años por la familia Lagomarsino, llegando a ser, en el decurso de los años, consultorio médico, fábrica, y banco.
Afortunadamente su destino actual parece preservar esta singular obra para contemplación y deleite de las futuras generaciones.—FXBA