Buenos Aires tiene éso. Así como muchas veces sorprende con demostraciones de buen gusto y sensibilidad de sus gentes, sus autoridades -ya no nos sorprenden- lo hacen con su indolencia e incuria.
El extraño derrotero del Riachuelo, de la mano del hombre y del azar, creó una misteriosa península que reclama un origen porteño, aunque no lo aparente.