No, no se trata de algo así como “Don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín…”. Para nada. Los ilustres nombres de Carlos Gardel y Charles Darwin están unidos de cierta manera por la obra de un arquitecto que hemos traído a cuento en más de una ocasión.
Hablamos de Arturo Prins, arquitecto e ingeniero uruguayo radicado en la Argentina, quien, por encargo de Cristóbal M. Hicken, proyectó y construyó en 1933-34, junto al arquitecto Oskar Ranzenhofer, el Instituto Botánico Darwinion, ubicado en Labardén 200, esquina Estanislao del Campo, Barrio Parque Aguirre, San Isidro. Este edificio sería la nueva sede del Instituto, fundado por Hicken en 1911, en su primitivo enclave de Villa Progreso, Partido de San Martín. Lamentablemente, Hicken no llegó a verlo terminado, ya que falleció el 11 de marzo de 1933.
Hizo donación al Estado, no sólo del edificio sino de todas las inapreciables colecciones, que incluían un Herbario con más de medio millón de ejemplares, y una biblioteca especializada con sesenta mil volúmenes, muchos de ellos de enorme valor. Por decreto 40581 del diecinueve de abril de 1934, el PE Nacional aceptó la donación, y el Instituto quedó en el área de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
En la actualidad, el CONICET brinda apoyo económico a la entidad, que sigue llevando a cabo sus recoletas actividades en el singular edificio que hoy nos ocupa.
En el dédalo de calles empedradas que conforman un circuito de difícil resolución para el neófito, se encuentra este edificio, que contrasta visiblemente con los tradicionales chalets anglizantes de la zona.
Esta obra exhibe un modernismo inusual. Su fachada podría ser algún templo indígena de comic que tapado por las lianas y las marañas de la selva, espera ser descubierto por algún émulo de Indiana Jones. Sin embargo, ciertos detalles como las cortinas de enrollar de las ventanas, o las rejas de la puerta nos vuelven a la realidad.
También se aprecia el juego de volúmenes en los bloques cúbicos que forman las alas del edificio y los ventanales que sobresalen como ábsides, dando al conjunto un aspecto de bunker blindado, que contrasta con la apacible arboleda de los jardines.
El traslado de las colecciones y la adecuación interna de salas de exposición, oficinas y laboratorios demandó mucho tiempo, siendo así que el Darwinion fue inaugurado en 1936.
Como ya dijimos, esta obra de Prins no tiene antecedentes, ya que sus anteriores realizaciones, son, de una u otra forma tributarias del clasicismo. La de Rincón 137, de 1925, así lo confirma. Es una grande, armoniosa y sólida casa de rentas, al estilo de las grandes obras de esa década. Estilo francés, persianas de hierro, puerta de rejas, ornamentación sobria y mansarda de pizarra.
El buen tono y la calidad de los materiales utilizados nos hacen pensar en la equivocada creencia de que este tipo de obras sólo se llevaban a cabo en Barrio Norte. No era así, para nada. Aún subsisten en muchos barrios de Buenos Aires suntuosas residencias, tanto particulares como de rentas, tal este caso, que acreditan lo que decimos.
Carlos Gardel alquila en 1927 un departamento, y allí vive con su madre, Marie-Berthe Gardes, hasta que se mudan a la casa que adquiere en Jean Jaures 735, hoy sede del Museo que lleva su nombre.
En realidad, la amplitud de las unidades -hemos tenido ocasión de visitar alguna- las asemejaba más a una casa que a un departamento. Palieres de dimensiones holgadas, ambientes muy amplios, dependencias de servicio, cuarto de planchar, mucha luz, en fin, de todo emana esa imponderable sensación de holgura que sólo se percibe en las casas antiguas con historia. Claro que en esos años no era una casa antigua, sino todo lo contrario.
Una placa en el frente, al lado de la puerta, inevitablemente, confunde la fecha de nacimiento de Gardel, pero atestigua su paso por esta magnífica residencia porteña que sobrelleva airosamente sus años y su leyenda.