En Avenida de Mayo 1333, en 1926, se levantó uno de los edificios más extravagantes de Buenos Aires: el diario Crítica.
Su propietario, el uruguayo Natalio Botana, encomendó la obra a los arquitectos húngaros Jorge y Andrés Kalnay, que ya habían cobrado fama con los delirios arquitectónicos de la Costanera Sur, incluido el Munich.
La obra de los Kalnay rompía el tradicional estilo neoclásico de la Avenida de Mayo, incorporando el “art-deco” que revolucionaba la arquitectura de vanguardia en el mundo.
Incorporaron a la obra elementos de las culturas precolombinas y orientales, dentro del contexto de perfiles geométricos que excluían las curvas y los arabescos del decaído “art nouveau”, logrando una fachada con reminiscencias de templo maya o de la “Metrópolis”, de Fritz Lang.
El severo continente exterior no era incompatible con el lujo interno, por cierto. Así el despacho de Botana, forrado en suntuosa “boiserie” de raras maderas, en el primer piso, jerarquizado del resto del edificio por el gran ventanal del balcón enmarcado en diseño escalonado, y las cuatro estatuas laterales, como también la sala de armas, excentricidad característica del estilo de Botana, daba a la obra, no sólo la capacidad necesaria para los talleres y oficinas, sino también ciertas características de glamour y sofisticación que aún hoy la destacan como una pieza de gran originalidad.
Ningún detalle escapó a la atención de los Kalnay, desde el calendario azteca grabado en el piso de granito negro, hasta los curiosos balconcitos en forma de proa de barco, sin olvidar las pesadas puertas corredizas de bronce que quizás salvaron la vida de los periodistas y personal del diario en las turbulentas épocas del primer peronismo.
Esta es la somera descripción del inmueble. Lo que fue y significó el diario “Crítica” no tiene parangón con nada que haya sucedido antes ni después en el periodismo local.
La figura de Botana, muerto trágicamente en 1941, fue comparada muchas veces con Randolph Hearst, que inspiró el Citizen Kane de Orson Welles, y la redacción del diario albergó cuanto de valor hubo en las letras argentinas de esos años: los hermanos González Tuñón, Ulyses Petit de Murat, González Carballo, Edmundo Guibourg, Rojas Paz, y hasta el mismo Borges que militó, no muy convencido, en esas huestes. La “Historia Universal de la Infamia”, que por si sola justificaría cualquier fama, fue publicada en el suplemento en colores del diario.
La historia de estas historias ha inspirado infinidad de páginas, y no es menester traerla a cuento. El fabuloso edificio alberga hoy unas dependencias policiales. No lo merece.