El Comega en 1934
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Francisco Canaro e Ivo Pelay estrenan su comedia musical “Rascacielos”, en la calle Corrientes. El título sintetizaba el afán de modernidad que caracterizaba a nuestra ciudad en esos años. Muchas cosas habían cambiado, se construían subterráneos, se ensanchaban avenidas (se decía que la 9 de Julio y Rivadavia eran, respectivamente la más ancha, y la más larga del mundo), ya circulaban colectivos carrozados como tales, la radio se había impuesto en todos los hogares, los teatros y las confiterías rebosaban de público, y, por sobre todo, Buenos Aires se transformaba ediliciamente. Surgían los rascacielos.
Existían ya, desde luego, famosos edificios altos como el Barolo, el Pasaje Güemes, las torres Bencich, y tantos otros, pero los de las décadas del 30 eran de la segunda generación. Otra cosa. Nombramos tres emblemáticos: el Kavanagh, el Safico y el Comega, y nos ocuparemos hoy de este último.
Los diferenciaba de sus antepasados no tanto la altura final, sino el diseño y los materiales. Aquellos se creían obligados a respetar los estilos clásicos, y cuando no lo hacían apelaban a una arquitectura fantasiosa, como de fábula de hadas (torres Bencich de Esmeralda y Córdoba) o a la extravagancia, como el Barolo.
Ubicado en la esquina sureste de Leandro Alem y Corrientes, el Comega, construido en 1933, es una expresión inobjetable del modernismo que se imponía en el mundo. No más adornos, no más ornamentaciones; líneas puras, claridad y limpieza, era la consigna. Los arquitectos Enrique Douillet y Alfredo Joselevich fueron los responsables de esta obra de hormigón armado de 88 m, 21 pisos y tres subsuelos. El mármol travertino en su exterior y el acero inoxidable como revestimiento interno, marcaban la línea de sobriedad impuesta desde su diseño.
Tenía grandes novedades, como el bar ubicado en el mirador del piso 19 (el mítico Comega Club), donde tomando una copa se podía ver la vecina Colonia en la otra orilla, o quizás asombrarse con la majestuosa pasada del Graff Zeppelín sobre Buenos Aires; o los ascensores de alta velocidad, de donde todos bajaban algo mareados, pero contentos de tener ocasión de comentar la experiencia.
Afortunadamente, el bar que había cerrado sus puertas en l969 para transformarse en oficinas, volvió a abrirlas el 2000 también como restaurante, y, actualmente, a partir de las 8 de la mañana, permanecen abiertas hasta la hora de cierre, que se prolonga en las charlas de sobremesa.
Si aún impresiona por su monumentalidad, cuesta imaginar que sensación habrá producido en ese 1933, con los paseantes con sombrero de paja, los taxis con capota y los carritos ambulantes que ofrecían sus mercancías.
Lo cierto es que se ha convertido en edificio emblemático de la ciudad, y ya es histórico. Como dijimos, vio pasar el Graff Zeppelín en junio del 34, el imponente sepelio de Gardel y la multitud que subía por la calle Corrientes en febrero del 36, y también el ensanche definitivo de la mítica arteria porteña, al ganar su ascenso a avenida.
Bueno…¿y qué significa Comega? Muchos piensan que es el nombre de alguna constelación celeste o quizás de algún personaje de la mitología. Para nada. Son las tres primeras sílabas de la empresa que la construyó: Compañía Mercantil Ganadera S.A.—FXBA