Así como dos y dos son cuatro, y cuatro y dos son seis, la frase “los muchachos de antes” se continúa fatalmente con “no usaban gomina”. Aunque a esta altura de los tiempos debiéramos añadir “de antes, de antes, de antes”; porque esta frase, corresponde al tango “Tiempos viejos”, de Canaro y Romero, de 1925. Es decir, estamos hablando de casi cien años atrás. También fue luego título de una famosa película (primera intervención de Hugo del Carril en el cine cantando precisamente este tango) y de su posterior remake en los 70. Entonces, un poco de didáctica: la gomina era una marca registrada, no un genérico, pero por su popularidad se convirtió en sinónimo de cualquier fijador para el cabello. O el pelo si prefieren.
En la etiqueta del frasco de vidrio con tapa de aluminio decía: Marca registrada – Único fabricante Brancato. Se hizo tan famosa, que además de su mención en “Tiempos Viejos” fue mentada en cantidad de otros tangos de la época, por ejemplo en “Niño Bien”… “y te das la biaba de gomina, te creés que sos un rana, y sos un pobre gil” o “Pato”…. “Pato, te peinás a la gomina…” y también en “Bailarín compadrito”… “Vestido como un dandy, peinao a la gomina…”
Durante muchos años fue insustituible para multitudes engominadas, y hasta en Europa, por esos años, se difundía la “Gomina Argentine”, con la cara de Gardel en los avisos. El secreto de su éxito consistía en que, al secarse, no producía ningún polvillo blanco, fácilmente confundible con caspa, que era consecuencia indeseada en los otros fijadores más baratos.
Su principal componente era la goma Tragacanto que se importaba de Persia, y cuando en tiempos de la primera presidencia de Perón hubo restricciones a la importación, comenzó la decadencia y muerte de la gomina. Recordamos que muchos que estaban al tanto de la fórmula compraban sobrecitos de la famosa goma en las farmacias, y fabricaban su propia “gomina” batiéndola muy prolijamente con agua, a la que se le agregaba un toque de perfume.
¿Y que tiene que ver todo esto con los edificios de Buenos Aires? -se preguntará algún impaciente-. Bueno, el hecho es que Brancato, además de ser el único fabricante de la gomina, era el nombre de la farmacia que la producía. De hecho era una de las famosas de Buenos Aires.
¿Cómo no recordar a la Franco-Inglesa, o la Inglesa del Norte, o Murray, o la Estrella, tantos nombres que han quedado en viejos avisos de sus renombrados y exclusivos productos? Pero esta es otra historia que nos remontaría muy lejos. Lo cierto es que, lógicamente, la Farmacia Brancato era dueña de su gran edificio, que incluía los laboratorios donde se elaboraban las recetas que los médicos prescribían a sus pacientes.
Y ese gran edificio aún existe en Florida 620, donde una gran placa en el suelo recuerda que fue edificado en 1932, bajo planos del arquitecto José Millet.
Tiene todas las características del “art-decó” en sus ornamentaciones de mármol gris, circundando puertas y ventanas con guardas en listones, y variedad de decoraciones geométricas tan en boga en esos años.
El arquitecto José Mille, de quien no hay demasiadas referencias realizó en ese año una obra muy destacada, de gran estilo y preciosismo, cual fue el caso de la estancia “Abril” de Pereyra Iraola, en ocasión de dividirse la primitiva estancia “San Juan”, hoy transformada en reserva ecológica.
Volviendo a la nostálgica gomina, pensamos que diría el Dr. Brancato si pudiera ver las hirsutas melenas, las flameantes trenzas de dudosa higiene, los cráneos rapados y las infinitas extravagancias capilares que afligen las cabezas masculinas… Mejor no saberlo. —FXBA