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#17 • Septiembre 2010 Año I Urbanismo

Bicisendas y Ciclovías

por Pablo Cortés Gamas / Fotos: Andrés Santamarina
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Es notorio que el uso de la bicicleta entraña una serie de ventajas: permite hacer ejercicio al aire libre, no se contamina el medio ambiente, es gratis y suele ser –en distancias urbanas relativamente cortas- un medio de transporte más rápido que los motorizados, sobre todo si se toma el tiempo desde que se sale de una puerta y se llega  a la de destino.

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Claro que –como casi todo en este valle de lágrimas- esas ventajas tienen su contrapartida, representada en general en el imaginario porteño por los rugientes vehículos, en particular los colectivos, que se ciernen amenazadoramente sobre los indefensos y expuestos ciclistas. Si bien muchos avezados conductores de velocípedos sostienen que en realidad el mayor peligro reside en los “abrepuertas” (los inescrupulosos conductores o acompañantes que deciden abrir las portezuelas de los automóviles sin tomarse la molestia de ver si viene una bicicleta en ese momento) y comparan los ómnibus urbanos con grandes cetáceos amistosos, está claro que la tendencia de las sucesivas administraciones a cargo del Gobierno de la Ciudad en los últimos años es arbitrar los medios para que los ciclistas tengan sus propios espacios para circular, y cada vez en mayor extensión.

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En efecto, seguramente basándose en los elementos a favor mencionados al principio, en las estadísticas que indican que el 60% de los viajes dentro de la Ciudad no exceden los 5km y en las encuestas que expresan que el 61% de los que realizan dichos viajes los harían en bici siempre y cuando se los resguardara del “acoso del tránsito automotor”, las bicisendas o ciclovías van ganando kilómetros y más kilómetros en la Ciudad, y crece asimismo cada vez más la “Red Integrada de Ciclovías Protegidas”.

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Porque eso es de domino público: las bicisendas ya no se limitan a una serie de líneas y señales sobre el asfalto, sino que en muchos de sus tramos –como en el de las calles Rincón o Virrey Cevallos, por ejemplo- ya presentan sólidas tiras de hormigón pintadas de amarillo y enclavadas en el piso, que las separan del posible “acoso” citado más arriba. La misma modalidad se observaba en el conato que se había comenzado en Retiro, sobre la Av. del Libertador, y que tuvo que ser deshecho debido a la prolongación por parte del Gobierno Nacional de la línea E de Subterráneos (¿otro round de la disputa entre el Jefe de Gobierno y el matrimonio gobernante? Al respecto, también se habla de una queja formal presentada a la Jefatura del Gobierno porteño por el Departamento de Bomberos de la Policía Federal, basada en que la existencia de las ciclovías protegidas entorpecería el  desplazamiento de las autobombas y el trabajo de extinción del fuego propiamente dicho; pero al parecer, en dicha queja, se nombraban calles que no cuentan con bicisendas…).

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En definitiva, ya resguardadas o no, se cuenta con ciclovías entre Plaza Italia y Plaza San Martín, en el Parque 3 de Febrero, en los barrios de Villa Lugano y Villa Soldati y entre Núñez y Caballito.

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Pero eso no es todo, queridos amigos. Además del proyectado aumento en kilómetros de extensión, también existen los llamados “Carriles Preferenciales”. Los mismos funcionan de lunes a viernes de 7 a 21 horas en el carril izquierdo de algunos tramos de las avenidas Belgrano, Corrientes, Rivadavia, Independencia y Alberdi.

Sin embargo, desde ya que hay que tener en cuenta un detalle de índole, digamos, cultural: si en tantas ocasiones se ve que las rampas para sillas de ruedas están lamentablemente obstaculizadas, no es de extrañar que las ciclovías muchas veces se vean invadidas o bloqueadas por peatones y vehículos automotores.

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Pero en fin, hay que reconocer que existen espacios para circular en bicicleta para todos los gustos y cada vez en mayor medida. Aunque, por supuesto, hay quienes –sin criticarlas directamente- menosprecian la protección que brindan las ciclovías y –de alguna manera- también a sus usuarios, lo cual se sintetiza en la expresión: “Las bicisendas son para la gilada”. Se trata de los amantes del riesgo, que prefieren zigzaguear entre los colectivos, encerrar automóviles, cruzar con el semáforo en rojo, bloquearles el paso a las motocicletas, no usar casco e intercambiar insultos con los conductores de todas las clases posibles de vehículos motorizados. Sin duda que ellos no figuran en las encuestas ni les interesa hacerlo y que son una especie en vías de extinción, no sólo por el avance imparable de la civilización y el progreso, sino por los mismos peligros a los que se exponen.

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