No sabemos en que momento la palabra bazar -proveniente del persa y que simplemente significa lugar en que se comercia- comenzó a desconceptuarse. Calificar a cualquier objeto como “de bazar” significa, hoy en día y desde hace años, una referencia peyorativa aplicable tanto a la calidad como al gusto. Sin embargo, no siempre fue así. Los bazares, en las primeras décadas del siglo pasado, ofrecían toda clase de mercaderías, según las distintas secciones en que se clasificaban las mismas, y así tanto podría uno comprar una pava enlozada como un juego de mesa de Limoges para veinticuatro personas. En Buenos Aires los hubo famosos. Quizás entre los más surtidos y acreditados podríamos recordar el “Colón” y el “Dos Mundos”.
Y sobre este último, especialmente, vamos a hacer hincapié para referirnos a la figura y a la obra de su fundador, don José Roger Balet. Su historia puede equipararse a la de tantos emigrantes que llegaron a Buenos Aires, como solía decirse con “una mano atrás y otra adelante”, es decir, sin otros recursos que su voluntad de trabajo y progreso. Nació el 3 de marzo de 1889 en Barcelona.
Muy enfermo desde niño, su familia temía que no pudiera llegar a ser adulto. Lo enviaron a una pequeña población situada en las afueras de la ciudad, y allí ingresó como ayudante en un ínfimo comercio de venta de fantasías, en donde si bien no cobraba sueldo, aprendió durante dos años, familiarizándose en la atención a los clientes, experiencia que le sería muy útil en el futuro.
De vuelta en Barcelona, ingresó como vendedor a comisión en los almacenes de venta de papeles de embalaje y artículos de imprenta donde trabajaba su padre desde hacía años. Allí por su juventud, viveza y simpatía tuvo éxito, y logró juntar un pequeño capital, con el que pudo viajar al Río de la Plata, llegando a Montevideo en 1906.
El relato de las peripecias que pasó este chico hasta llegar a Buenos Aires, y dar con un pariente, a quien no conocía y solicitarle trabajo, sería digno de una novela de Dickens. A diferencia de estas, las vicisitudes del joven José pronto se esfumaron y su vida fue en ascenso continuo. Fue cambiando de empleos, casi siempre en tareas de ventas, y así, rota de un lugar a otro, hasta que consigue en 1913, adquirir en siete mil pesos, un local en San Juan y Lima, que vende dos años más tarde para trasladarse a la calle Corrientes y Bermejo (hoy Jean Jaurés) e instalar allí el Bazar Dos Mundos.
El ascenso fue colosal. El año 1928, Roger Balet compra una de las principales firmas importadores de esa época en dos millones de pesos- Alberto Adres y Cía- y establece sucursales en todos los barrios y en las principales zonas suburbanas. La generosidad y altruismo de Roger Balet fueron proverbiales. Bastará citar algunos poco ejemplos: En 1929 adquiere la casa en que vivió y murió en Cádiz Bernardino Rivadavia y la dona al Gobierno argentino; en 1930, ante la crisis que sufría el país y la cantidad de compatriotas que querían regresar a España al no tener trabajo aquí, paga 275 pasajes de su peculio, y concurre al puerto a despedir a sus infortunados compatriotas.
En 1940 dona a la entonces Municipalidad de Buenos Aires, cinco pulmotores importados de Inglaterra, y desde muchos antes su esposa, Dresda Rossi de Roger Balet, concurría todos los años a los hospitales a repartir juguetes entre los niños internados. También donó en cantidad camillas, mesas de operaciones, material ortopédico, radios y televisores para todos los hospitales de Buenos Aires y hasta un corazón artificial -enorme adelanto en ese 1960- a la Facultad de Ciencias Médicas de la UBA.
En fin, sería interminable reseñar la obra de José Roger Balet en servicio del bien público, pero no podemos dejar de mencionar lo más importante: Sus aportes a la instrucción popular. Hizo construir cinco escuelas en el Uruguay y cuarenta y ocho en nuestro país, equipándolas con el más moderno y completo material didáctico. Jamás quiso que su nombre fuera impuesto a ninguna de ellas.
José Roger Balet falleció en Buenos Aires en 1973, a los ochenta y cuatro años de edad. Uno de los edificios emblemáticos del Bazar Dos Mundos, hoy reciclado para otras actividades, ubicado en la esquina de Sarmiento y Callao, es ejemplo de la arquitectura del modernismo industrial. Se destaca por el diseño airoso del edificio, afortunadamente muy bien conservado, y fundamentalmente por ostentar aún la elegancia de los vidrios bombé en los ventanales salientes de hierro que asombraron a los porteños de entonces y que hoy son testimonio de la época de oro de Buenos Aires. Las pintadas, pegatinas y el estado general de la entrada al viejo bazar hablan por si solos de que poco se sabe del prohombre que alguna vez lo fundó.