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#44 • Junio 2011 Año II Arquitectura Edificios Historia

Palais de Glace

por Enrique Espina Rawson / Fotos: Archivo y Iuri Izrastzoff
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Si retrocediéramos 100 años y entráramos al recién inaugurado Palais de Glace, quedariamos asombrados al ver parejas de jóvenes, niños y niñas, evolucionando sobre una pista de hielo circular al compás de valses vieneses, mientras un público heterogéneo contempla los giros y piruetas de los patinadores desde los palcos circundantes.

La plazoleta en que aún hoy se yergue el palacete de estilo francés, fue dada en concesión por la entonces Municipalidad de Buenos Aires en 1910 a una firma comercial, que introdujo la gran novedad del patinaje sobre hielo, desconocido en nuestro país, tomando como modelo el famoso Palais des Glaces, de París.

Las instalaciones mecánicas que producian el hielo que cubría la pista de 21 m de diámetro, se encontraban en el sótano, y en la planta baja y primer piso se hallaban los palcos para el público, que eran atendidos por los servicios de una confitería también ubicada en la planta baja.

Se alquilaban patines y se daban clases a cargo de expertos profesores, en tanto que la música era provista por un órgano de fuertes voces que llenaba el recinto, iluminado por la gran lucarna central, y faroles convenientemente ubicados.

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Como tantas modas, esta también fue efímera, y el Palais de Glace, pasó a ser de glace solo en el nombre, pues al poco tiempo comenzó a funcionar como salón de baile, para la muchachada jaranera que concurría a divertirse.

Y fue en 1912, cuando el barón Antonio de Marchi organizó en esa sala un gran baile de tango, al que invitó a lo más granado de la sociedad porteña. De Marchi era yerno del general Roca, (casado con María Roca) y se lo consideraba un personaje un tanto extravagante, aún para la época.

Conocido bon-vivant, impulsor de los deportes, fue fundador de la Sociedad Sportiva Argentina que funcionaba en donde actualmente está en el Campo de Polo, de la Sociedad Hípica Argentina, siendo patrocinador de las primeras exposiciones de caballos criollos, y del Cercle de L´Epee, que fomentaba la esgrima entre sus asociados.

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Pero volvamos a esa gran recepción, que amenizó la orquesta de Genaro Espósito (el “tano” Genaro para los amigos) y donde lució sus cortes y quebradas un gran músico y bailarín: Enrique Saborido. En realidad, no hizo otra cosa que consagrar lo que ya había sido consagrado en el Viejo Mundo, donde el tango era furor y conquistaba los salones de la aristocracia europea.

Y el Palais de Glace siguió asociado al tango, ya que funcionaron allí, en la década del 20, dos boites, como empezaba a denominarse a ciertos lugares nocturnos: el Vogue´s Club y Cyros. En ellas actuaron famosos conjuntos de tango, especialmente el célebre sexteto de Julio de Caro.Otro episodio tiene también incidencia en la música tanguera.

Al salir del Palais la noche del 11 de diciembre de 1915, en que festejaba su cumpleaños, Carlos Gardel es baleado a quemarropa en un incidente con una patota de “niños bien”. La bala quedó a muy corta distancia del corazón, y nunca le fue extraída.

A partir de 1931, en que finalizó la concesión, la Munipalidad cede el edificio al Ministerio de Educación, que encarga la remodelación del mismo al arquitecto Alejandro Bustillo, para adecuarlo como sede de la Dirección Nacional de Bellas Artes.

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Todos los años se realizaba allí el Salón Nacional, hasta 1954, en que fue destinado a funcionar como estudio anexo del entonces Canal 7. Desde 1960 se restituyeron sus salas a las funciones originales, y en la actualidad están dedicadas a exposiciones artísticas de toda índole.

Pero el tango quedó ligado a su historia, y los muros de los que hoy cuelgan cuadros que esperan consagración, seguramente albergan  apagados ecos de los sonidos de otrora. Tal vez, al cerrarse las puertas del viejo Palais de Glace, en el silencio de la noche, algún trasnochador de recalada escuche, al pasar por sus veredas, casi como en un susurro las estrofas del tango de Cadícamo:

“Palais de Glace, del 920
No existes más con tu cordial ambiente
Allí bailé mis tangos de estudiante…”

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