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#17 • Septiembre 2010 Año I Curiosidades

Palomita Blanca

por Enrique Espina Rawson / Fotos: Iuri Izrastzoff y Muriel A. Arredondo
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¿Quién no recuerda aquello de “Blanca palomita, que pasas volando, rumbo a la casita donde está mi amor…”, o la Paloma de la Paz, quizás el dibujo más conocido del mundo?

Sin hablar de la paloma bíblica con el ramo de olivo, o de las innumerables palomas que en las canciones van y vienen llevando y trayendo mensajes, cartas, recuerdos, guirnaldas, pensamientos, lazos de amor y una infinidad de elementos vaporosos y nostálgicos relacionados con ausencias e ingratitudes. “Si a tu ventana llega una paloma, trátala con cariño que es mi persona…”

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Bueno. Se terminó todo eso. Se acaba de presentar en la Cámara Baja un proyecto para declarar Plaga Nacional a la paloma. Los argumentos comienzan por algo elemental: nos salen carísimas. Hay regiones donde estas onerosas mensajeras han causado daños de hasta un 60 % en los sembradíos de girasol. Si consideramos que cada una de estas aves consume un 15 % diario de su peso, no resulta difícil calcular lo que significa en términos económicos.

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La cosa no para ahí. Si hay un animal sucio, es esta cándida mensajera. Sus nidos están compuestos por algunas ramas, hojas o briznas de pasto, con una ligera depresión en el centro, donde la hembra pone sus huevos. Bien, todo esto está rodeado por sus excrementos -siempre crecientes- porque una de las características poco agradables de las palomas es que comen y descomen sin parar, aunque estén caminando, haciendo el amor o volando, y sobre esto pueden dar testimonio cantidad de honestos ciudadanos ingratamente sorprendidos por esta falta de respeto aviar.

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Este amasijo de los nidos es paraíso de pulgas y piojos, en fin… Una vez secos, son diseminados por el viento, y causan alergias e infecciones a troche y moche que todos padecemos. También, como si esto fuera poco, las heces palominas carcomen todo: mampostería, metales, maderas, debiendo efectuarse continuas limpiezas y reparaciones y tapan los conductos de desagüe pluvial, con los desastres consiguientes. En muchos edificios se han visto obligados a colocar mallas de alambre, o chapas con púas para evitar que aniden, pero todo es poco. Son “incorregibles” diría Borges.

En ciertas ciudades de Europa está prohibida su tenencia, e incluso se penaliza con multa el darles de comer. No sabemos que dirán los colombófilos al respecto, y suponemos que ante el daño público y notorio que nos ocasionan estas aves, no se opondrán a las medidas propuestas.

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Ahora bien. Si estas miles y miles de palomas se enteran que se les cortan los víveres, ¿se organizarán como en la película de Hichtcock y se lanzarán en ataques masivos contra nosotros, sus antiguos protectores? Y otra cosa: los que venden maíz en las plazas para dar a las palomas, ¿saldrán a la defensa de sus fuentes de trabajo y harán piquetes en la Panamericana? Nada es sencillo en este mundo, ni el popó de paloma.

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