Paraguay 1535
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Si alguien se propusiera recorrer de punta a punta la calle Paraguay, vería en ella un amplísimo muestrario de la historia de nuestra ciudad en sus estilos arquitectónicos. Que, a su vez, son espejos de la realidad económica, social y cultural de cada época. Así va, desde su nacimiento en Leandro Alem hasta su final en la Avenida Dorrego cambiando su fisonomía y su ambiente a medida que transcurren las cuadras. Iniciamos su recorrido desde este último tramo, adoquinado y umbrío, en el cual si bien abundan convencionales casas de departamentos, subsisten desperdigadas aquí y allá viejas casas de pueblo, con parrales en el patio y añosas palmeras, que nos retrotraen al Palermo borgesiano, de barrio que resiste al avance de los tiempos y de vecinos que se conocen, se saludan, o conversan al cruzarse en la vereda. De allí en adelante, pasando la avenida Juan B. Justo, y a medida que nos acercamos a Pueyrredón, abundan los clásicos petit- hotel franceses de la década del 20.
Muchos de ellos resignaron insostenibles pretensiones de elegancia y cedieron sus garajes o parte de su recepción para instalar modestos locales, generalmente verdulerías o kioskos. Por supuesto, hay otros que tras una fachada similar a los petit-hotel, son en realidad PH alineados en un larguísimo corredor que penetra hasta el corazón de la manzana, y también pequeños hoteles “familiares”, primos hermanos de los legendarios conventillos.
Entre Pueyrredón y Callao, especialmente pasando la plaza donde estaba el antiguo Hospital de Clínicas, aparecen edificios más elegantes y cuidados, hasta llegar al tramo en el que se encuentran residencias extraordinarias, esto es en las cuadras que van desde Callao hasta Cerrito. Hoy vamos a presentar quizás la más suntuosa de toda la calle Paraguay, de principio a fin, y es la que está en la vereda norte, entre Paraná y Montevideo, en el 1535.
No conocemos exactamente su fecha de construcción (que bien podríamos ubicar entre 1910 y 1920), si que perteneció a la familia Díaz Vélez, y que su ejecutor fue el ingeniero-arquitecto Carlos Agote. Si nos situamos en esos años, no podemos dejar de considerar que es una extraña ubicación para semejante palacio.
Las grandes mansiones de Buenos Aires se levantaban en la Avenida Alvear (se la llamaba la Champs Elysées porteña) y en sus inmediaciones, y esta espléndida residencia se ubica en una zona bastante alejada de sus majestuosas hermanas. Quizás peleas familiares que sólo se conocen en la intimidad.
Su diseño sobrio y elegante, con detalles de gran suntuosidad, se ubica en la escuela “beaux arts”, como la gran mayoría de las grandes obras de esos años.
Consta de planta baja (algo elevada del nivel de la calle), dos pisos y subsuelo, con un gran jardín al fondo que se divisa desde el imponente portón de rejas de la entrada.
Resaltamos la escrupulosa armonía de sus líneas, (ver, por ej. las ménsulas de los balcones) los detalles de las rejas, y en fin, el ejemplar diseño de la fachada, limpio y luminoso.
Carlos Agote (1866-1950) fue uno de los primeros arquitectos argentinos. Estudió en París, y realizó en Buenos Aires importantísimas obras, por caso y junto a su colega Alberto Gainza el edificio de “La Prensa” de Avenida de Mayo 575, y sus talleres, en Venezuela y Balcarce. Muchas de sus obras ¡ay! han desaparecido, entre ellas el maravilloso club Mar del Plata, destruido en 1960 por un incendio. Pero afortunadamente muchas quedan aún, y seguramente volveremos a encontrarnos con ellas.