Paralelas
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Cuantas veces hemos escuchado en nuestras vidas, las más sin venir a cuento de nada, aquello de “las paralelas no se juntan”. Esta grave sentencia, al parecer inapelable, fue luego rebatida por quienes, amparándose en “la” teoría de Einstein, nos aseguraban que si se juntan. ¿Dónde? En el infinito. Así de simple. Frente a este enigma, no faltaba quien, a modo de colofón, espetaba entre dientes: ¡Qué va a hacer! -que sonaba “quevasher”, o bien: “Todo es relativo”, con lo cual quedaba zanjado el tema.
Y bien. Estamos en condiciones de afirmar, y ponemos esto en conocimiento de nuestros favorecedores y amigos, que las paralelas efectivamente se juntan. ¿Dónde? A quienes se apresuren a contestar “en el infinito”, les decimos rotundamente “No”. La respuesta correcta es muy simple: las paralelas se juntan en Buenos Aires.
Imaginamos la serie de exclamaciones que produce sin duda nuestra afirmación. Adivinamos sus sonrisas benevolentes mientras repasan con comprensible condescendencia estas líneas. Bueno, cualquiera puede comprobar nuestra afirmación corriéndose hasta la Avenida Rivadavia al 4500.
Si se para frente al magnífico edificio ubicado en ese exacto lugar, comprobará con sus propios ojos que una de las paredes del inmueble da a la mencionada Avenida Rivadavia, y la otra a la calle Hipólito Yrigoyen, que, como nadie ignora, y los planos atestiguan, son paralelas.
Dejamos el usufructo de nuestras investigaciones librado al dominio público, y pasamos a la obra que nos ocupa. Es una elegante, airosa, y verdaderamente incomparable construcción, que podríamos estar horas contemplando y analizando en todos sus detalles.
Lamentablemente, no la conocemos por dentro, pero el sólo observar su entrada, resuelta en un hemiciclo franqueado por dos columnas de mármol que se repiten en el interior del palier, nos produce un hondo placer estético, que se acrecienta al elevar la vista a los balcones de los tres primeros pisos que van de menor a mayor, y por supuesto, de diferente diseño cada uno.
La ubicación de esta obra del arquitecto italiano Gino Aloisi (Italia 1864-Alta Gracia, Córdoba 1924) en la misma ochava de las arterias mencionadas, le concede una privilegiada perspectiva de indecible liviandad, que se acrecienta, sin duda, en la estilizada cúpula que remata los siete pisos.
Esta, a su vez, de doble altura, culmina en una especie de minarete ornado con una gran flecha de cobre que parece a punto de surcar el cielo.
En realidad esta construcción de 1924 alberga otra más pequeña, con entrada por Hipólito Yrigoyen 2483, que participa de las mismas características edilicias que hemos señalado.