El afán de perpetuar acontecimientos, fechas, personajes y nombres ha movilizado la construcción de monumentos esparcidos por todo el mundo desde la más remota antigüedad. ¿Qué son, si no, las Pirámides, o los Arcos de Triunfo, las columnas, los obeliscos, o las estatuas que adornan -a veces- las plazas?
Quizás una de las formas más modestas, pero más ilustrativas de recordación la constituyan las placas. En nuestra ciudad existen muchas, que, quizás arbitrariamente en algunos casos, recuerdan el paso de artistas, escritores, músicos y personajes notables que vivieron, y a veces murieron, en Buenos Aires.
Hay una placa en un edificio situado en la esquina sur-este de Santa Fe y Bulnes, y cuya entrada corresponde al 1903 de esta calle. Es uno de los tantos edificios de ese estilo francés, tan frecuentado en la construcción porteña de los 20, clase media, de buen tono, pero que seguramente nadie calificaría como suntuoso.
Allí vivió muchos años uno de los personajes más singulares de la política latinoamericana. Estamos hablando del Dr. José María Velasco Ibarra, (1893-1979) abogado y político, cinco veces presidente del Ecuador, su país, y cuatro veces derrocado por golpes militares. Su primera presidencia duró un año, de 1934 a 1935, y en esa ocasión hubo de exiliarse en Colombia hasta 1944, en que fue electo nuevamente. Permaneció en su cargo hasta 1947, en que debió marchar nuevamente al exilio.
Completó íntegra su tercera presidencia de 1952 a 1956, y volvió al poder en 1960, pero sólo duró hasta el año siguiente. Fue derrocado en su último período (1968-1972), poco antes de finalizar su mandato, y se exilió en Buenos Aires, para vivir en el modesto departamento que mencionamos.
Velasco Ibarra, chocando contra muy poderosos intereses, consolidó en su país tres libertades fundamentales: la libertad de educación, la electoral y la religiosa. No es del caso hacer aquí un análisis de su obra, pero no podemos dejar de señalar su honestidad personal, reconocida hasta por sus más acérrimos enemigos.
Un heroe de su propia epopeya , toda su vida
era, por lo pronto para el, y por su accion tambien para su
pais el escenario de aquella aventura en la que
quimericamente enarbolaba la lanza de la palabra en
defensa de los ideales que proclamaba. Delgado, enjuto,
fragil, austero hasta la exageracion, tenia unas manos muy
finas y de dedos largos de pianista que le servian para
gesticular y expresarse. Era serio, pero sin embargo era
cordial y sonriente aunque no lo hiciera. Era dificil no
advertir en el una encarnacion del Quijote y en su empeño
por continuar su pelea , no hubiera sonado extrano oirle
proclamar ..”podran los encantadores quitarme la fortuna
pero lo que es el esfuerzo y el animo imposible. Carlyle lo
hubiera pensado en su ensayo “On heroes heroes worship
and the heroic in history”, o tal vez es lo representase.
Su figura fisica y tambien moral expresaba el sentimiento
tragico de la vida como hubiera dicho Miguel de
Unamuno y en su modo, a su manera, y en el marco de su
circunstancia de lugar y en su tiempo pudo haber hecho
suya aquella estrofa que pronunciase el Quijote en Sierra
Nevada “ Mi amor son las armas,/ Mi destino es pelear/ ,
Mi cama las duras peñas/ Mi dormir siempre velar”
Un héroe de su propia epopeya, toda su vida fue, para él, y por su acción también para su país, el escenario de aquella aventura en la que quimericamente enarbolaba la lanza de la palabra en defensa de los ideales que proclamaba. Delgado, enjuto, frágil, austero hasta la exageración, tenia unas manos muy finas y de dedos largos de pianista que usaba para gesticular y expresarse. Era serio, pero sin embargo era cordial y sonriente aunque no lo hiciera. Era dificil no advertir en el una encarnación del Quijote y en su empeño por continuar su pelea, no hubiera sonado extraño oirle proclamar ..”podran los encantadores quitarme la fortuna pero lo que es el esfuerzo y el ánimo, imposible. Carlyle lo hubiera pensado en su ensayo “On heroes, heroes worship, and the heroic in history”, o tal vez se lo representase.
Su figura fisica y también moral expresaba el sentimiento trágico de la vida como hubiera dicho Miguel de Unamuno y en su modo, a su manera, y en el marco de su circunstancia de lugar y en su tiempo pudo haber hecho suya aquella estrofa que pronunciase el Quijote en Sierra Nevada “ Mi amor son las armas / Mi destino es pelear / Mi cama las duras peñas / Mi dormir siempre velar”
El sencillo departamento de la calle Bulnes en que vivía con su mujer, la escritora argentina Corina Parra, era alquilado, no poseyendo otros bienes- luego de cinco presidencias- que algunos escasos muebles y sus libros.
Toda comparación con nuestra indecorosa actualidad política nos parece superflua.
En 1979 muere su mujer, doña Corina, al ser arrastrada mientras procuraba descender de un colectivo, y este trágico episodio determinó también su propia muerte. Volvió a Ecuador, según dijo, “a meditar y a morir”, cosa que efectivamente ocurrió el 30 de marzo de ese año.
La placa que lo recuerda fue colocada por el Instituto Argentino-Ecuatoriano de Cultura.—FXBA