Plus Ultra
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El presidente Marcelo T. de Alvear, desde las ventanas de su despacho de la Casa Rosada, miraba ansiosamente el horizonte con sus prismáticos. No sólo él. Una multitud nunca vista se agolpaba desde la noche anterior en la Costanera Sur. Se decía que los únicos que no estuvieron eran los agonizantes y las monjas de clausura. Era la mañana del 10 de febrero de 1926, y lo que se aguardaba, simplemente, era la llegada de cuatro personas que venían de España,
No parecía nada importante. Miles y miles de personas llegaban constantemente de España, sin que a nadie se le ocurriera semejante recepción. Y sin embargo ¡vaya si lo era!…. Esas cuatro personas eran las primeras en la historia que no llegaban por el agua, sino por el aire.
El comandante Ramón Franco, el capitán Julio Ruiz de Alda, el teniente de navío Juan Manuel Durán y el mecánico Pablo Rada fueron quienes, a bordo del Plus Ultra, un hidroavión Dornier DOJ Wall, de la Aeronáutica Militar Española, provisto de dos motores Napier, cruzaron el Atlántico desde el puerto de Palos del que zarpó Colón en 1492, hasta arribar finalmente al Río de la Plata. Habían partido el 22 de enero. ¿Diecinueve días?
Sí. En realidad el tiempo efectivo de vuelo fue de 61 horas y 44 minutos, lo que da una velocidad promedio de 172 km por hora, pero se hicieron diversas escalas para reparaciones y aprovisionamiento, ya que la autonomía de vuelo hacía impensable un viaje sin etapas. La llegada a cada uno de estos puntos intermedios, Las Palmas, Cabo Verde, Fernando de Noronha, Pernambuco, Río de Janeiro. Montevideo y Buenos Aires, fueron seguidas con expectación desde los diarios, y las pocas radios de esos años. Cada salto en el mapa se vivía como una hazaña, y en realidad lo era. El pequeño avión, casi como un bote con alas, no contaba con todo el arsenal de instrumentos con que están provistos los aparatos comerciales actuales. Apenas contaba, como tecnología de punta con un radiogoniómetro y de hecho, fue el primer vuelo en el mundo que lo usó. Eso le permitió volar directamente hacia sus puntos de destino, ahorrando tiempo y combustible.
Antes de acuatizar, el Plus Ultra sobrevoló largamente la ciudad de Buenos Aires, ante el delirio de los que lo veían pasar. Hay fotos que lo muestran sobre la Avenida de Mayo y sobre la Casa de Gobierno, previo al suave amerizaje muy cerca del Yacht Club Argentino.
No faltaron incidentes graves en el viaje, que no fue, por cierto, un paseo. Cien kilómetros antes de llegar a Pernambuco se rompió una de las hélices, y el mecánico Rada debió cambiarla en pleno vuelo. Aclaramos que los dos motores estaban montados en tandem, de allí que una de las hélices era impulsora y otra propulsora. En otra oportunidad un motor se prendió fuego, y el mismo Rada, encaramado en las alas, debió apagarlo usando sus ropas, en medio del humo y del aceite ardiente.
En Buenos Aires fue la apoteosis. Fueron recibidos y agasajados por todo el mundo, desde el gobierno hasta las asociaciones de las colectividades hispanas.
No faltó la anécdota pintoresca, entre las miles que se sucedían cotidianamente. Entre la multitud que aguardaba, se encontraba un tío de Rada, Esteban Araiz Rodrigo, que trabajaba en el hotel Apolo de la Avenida de Mayo, venido muy joven a nuestro país.
Este acontecimiento también se reflejó en la música popular, y fue así que poco tiempo después, Gardel graba en Barcelona un tango español titulado “La Gloria del Aguila”, que es un relato pormenorizado del vuelo, casi una crónica periodística.
Como recuerdo y testimonio del suceso, se erigieron dos monumentos. Uno, en el puerto de Palos, y otro en el acceso de la Costanera Sur de Buenos Aires.
El avión, que fue donado por el rey Alfonso XIII a la Armada Argentina, prestó servicios varios años como correo y se encuentra desde hace años en el Museo de Luján. Los protagonistas de esta hazaña, hito de la aviación mundial, volvieron al poco tiempo a España, donde, por supuesto, fueron también recibidos en triunfo, con actos, condecoraciones y distinciones de toda clase. Franco editó un Diario, en la que rememora todos los detalles e incidencias del viaje. Durán murió ese mismo año en un accidente, y a los tres restantes, que habían sorteado todos los peligros del aire con el Plus Ultra, los envolvió la gran tormenta española: la Guerra Civil. De ella no salieron indemnes, y cada uno debió saldar su cuota de tragedia con cárcel, exilio y muerte. Pero esta ya es otra historia.