Al pie de la Pirámide de Mayo existe una placa de bronce de 85 cm por 57 cm que pasa generalmente inadvertida para quien camina por el lugar.
En ella están escritos dos nombres: Felipe Pereyra Lucena y Manuel Artigas, sin nada que los pueda identificar. Estos hombres son de los primeros muertos por la patria, en 1811.
Manuel Antonio Artigas, era hermano del caudillo oriental José Gervasio de Artigas y había nacido en Montevideo, en 1774. Durante la Revolución de Mayo integró los gupos que estaban bajo la dirección de Domingo French y Antonio Luis Beruti, los repartidores de cintas identificatorias de los patriotas.
Manuel Artigas estuvo destinado al ejército que partió al Paraguay bajo las órdenes de Manuel Belgrano, con el grado de Capitán. Por su heroica acción en la batalla de Campichuelo en la citada expedición fue ascendido a Comanadante. Luchó valientemente en la batalla de San José que se libró el 25 de abril de 1811, donde fue herido de gravedad: a consecuencia de estas heridas, murió casi un mes después, con 33 años.
Felipe Pereyra Lucena era porteño, había nacido en la ciudad de Buenos Aires el 26 de mayo de 1789, hijo de José Pereyra Lucena, alcalde del Cabildo de Buenos Aires y de María Inés Pelliza, pariente de Juan Martín de Pueyrredón. Estudió en el Colegio de San Carlos y, en 1806, con sólo 16 años actuó con gran valentía como cadete de artillería en la Primera Invasión Inglesa y luego en la Segunda, donde manejó con gran pericia una pieza de artillería por lo que fue promovido a Subteniente del cuerpo de Patricios de la Unión. En 1809, ya volcado a la carrera militar, es ascendido a teniente, grado con el que actúa en la revolución de Mayo. Se lo destinó al Ejército del Norte, donde Juan José Castelli lo asciende a Capitán, en Potosí. Luchó en Cotagaita, y también en el desastre de Huaqui, donde al mando de seis piezas de artillería sufre heridas en combate que lo llevan a la muerte el 20 de junio de 1811.
La desaparición de estos dos jóvenes bien conocidos en Buenos Aires causó honda consternación en la ciudad y, el 31 de Julio, la Junta decide inscribir sus nombres en uno de los paños de la Pirámide. Por falta de recursos la inscripción no se realizó.
En 1812, el padre del capitán Pereya Lucena, a la sazón Alcalde del Cabildo, solicita la instalación del recordatorio, infructuosamente. En 1856, los parientes del capitán fallecido vuelven a tramitar el homenaje, pero nuevamente sin éxito.
Es recién en 1891, merced a una comisión popular que realiza una suscripción en el momento en que se repatriaban los restos de los generales Rondeau, Martín Rodríguez, Olazábal, Galván y el coronel Quesada, que la placa es finalmente colocada, tal como hoy se la puede observar en el costado oeste de la Pirámide, en su base. Era Presidente de la República el Dr. Carlos Pellegrini.—FXBA