Junto con el COMEGA, es el edificio más representativo de la serie de rascacielos racionalistas que se levantaron en Buenos Aires en la década del 30.
Si sus 92 m constituían un motivo de asombro para la altura promedio de nuestra ciudad en esos años, no lo era menos el tiempo total que demandó su construcción: 9 meses. Se comenzó en 1932, bajo plano arquitectónico y de estructuras de Walter Möll, ingeniero suizo, finalizándose en 1933.
Que asombroso que en unos meses se levantaran el Comega, el Kavanagh y el Safico…se emprendieran los ensanches de Corrientes, Córdoba y Santa Fe, se inauguraran subterráneos, y se comenzara la 9 de Julio, por un lado, mientras que en los barrios los chicos jugaban a la pelota en la calle empedrada, interrumpiendo unos momentos cuando veían venir un auto…
El edificio tiene 40 m de altura sobre los treinta metros de frente que dan son la avenida Corrientes, y retirados de esa línea de edificación se eleva 52 m más, en rectángulos de superficies decrecientes, adecuándose así al Reglamento General de Construcciones de 1928, que regía en esos momentos.
Algo fantástico para esos años: tres subsuelos. Dos servían de cocheras, y en tercero estaba destinado a las calderas y sala de máquinas. El frente que da a la avenida consta de planta baja y 10 pisos, y los otros bloques, con algo de pirámide maya, otros 15. Total 25 pisos. No es, es decir, no era poco, por cierto.
Los tres últimos pisos fueron unidos conformando un fabuloso triplex, destinado a vivienda por un directivo de la firma, y es fama que en el residió Pablo Neruda, cuando se desempeñaba en el Consulado de Chile en Buenos Aires.
Buenos Aires vivió distintas etapas en su crecimiento edilicio. El academicismo, el art nouveau, el art decó y el racionalismo marcaron etapas de grandes realizaciones que aún hoy conmueven por su belleza estilística y que no serán superadas, a pesar de la acromegalia de las desaforadas construcciones actuales.
El SAFICO -contracción de Sociedad Anónima, Financiera y Comercial- nos habla de esa última etapa de esplendor de Buenos Aires. Sigue siendo un edificio sin tiempo. Su hall de entrada, que corresponde al 456 de la Avenida Corrientes, suntuoso y austero, de ornamentación en paños de mármol claro orlado de mármol negro, tiene ese aire de las grandes comedias de Hollywood, y podríamos imaginar a Marlene Dietrich y Cary Grant bajando de los ascensores de acero para abordar el hidroavión a Río de Janeiro que los espera en el puerto, mientras el espía nazi, parado en la puerta, de impermeable cruzado y sombrero sobre los ojos finge leer una revista…