Tal era el nombre del famoso teatro porteño, que ya no existe, ubicado en la Av. Corrientes 1490, casi esquina Paraná. En él se llevaron a cabo representaciones ya legendarias, como las de Eleonora Duse y Sarah Bernhardt, las más famosas artistas del teatro mundial de la época, y cuyos nombres perduran hasta hoy como paradigmas en su género.
Además de tantos espectáculos que durante décadas y décadas colmaron su sala, también se desarrollaron en su platea, despojada de butacas, sensacionales bailes de carnaval, con grandes orquestas que actuaban a sala llena, mientras desde los palcos se arrojaban globos y serpentinas sobre las parejas que poblaban las pistas.
Años hubo en que se llevaron altoparlantes desde el salón hasta el frente del edificio para que la gente que no había tenido acceso al teatro repleto, pudiera seguir la música desde la calle. Se interrumpía el tránsito, y las parejas, anticipando lo que se vio en los últimos festivales, bailaban tranquilamente sobre el asfalto de la Av. Corrientes.
Todo eso pasó hace añares. El teatro Politeama, y la confitería vecina, también del mismo nombre, fueron demolidos para levantar un gran edificio, que no llegó a concretarse más que en los planos.
En cambio, fue habilitada una enorme playa de estacionamiento. Luego se clausuró, y se pudo ver algún avance en la obra, hasta que otra vez, por causas desconocidas, volvió a interrumpirse hasta el día de hoy.
Los subsuelos de la obra, en cambio, funcionan como garage por una entrada contigua a la obra paralizada. En alguna oportunidad se rumoreó que la obra sería continuada, pero todo no pasó de allí, haciéndonos recordar la frase que popularizó la famosa audición “La Revista Dislocada”: “Se dice, pero no lovamoacer”, así con esa pronunciación.
Ignoramos las causas que puedan llevar a que propiedades de tanto valor puedan quedar transformadas durante décadas en descuidados baldíos, sin que, al parecer, nadie se haga cargo. Hay un cerco que tapia el terreno, especialmente apto para pegar carteles, cosa que sucede todo el tiempo.
El engrudo o pegamento que chorrea en la vereda varias veces al día, ha llegado a formar una costra geológica pegajosa y sucia, muy adecuada para que quienes caminan en esas tardes de lluvia se enchastren los zapatos o, directamente, patinen y se fracturen algún hueso.
¿No tienen competencia los organismos del gobierno de la ciudad sobre este tipo de situaciones?
¿Se puede impunemente demoler edificios que formaron parte de la mejor historia de Buenos Aires bajo el pretexto de iniciar nuevas obras, sin que, a lo largo de cuarenta años, estas se construyan y queden los despojos de la fallida construcción afeando zonas tan sensibles y transitadas?
¿No sería del caso intimar a quien corresponda a hacerse cargo de la situación, o bien expropiar los terrenos, para construir en él algún espacio verde, como se hizo en el predio donde funcionaba la vieja Asistencia Pública de Esmeralda y Bartolomé Mitre?
Esta última solución sería muy interesante, ya que el terreno tiene también una amplia salida sobre Paraná, lo que facilitaría que muchos transeúntes lo utilicen, no sólo como un lugar de descanso por unos momentos, sino también como pasaje entre las dos vías. Esperamos que alguien tome cartas en el asunto, y se resuelva una situación que desde hace muchísimo tiempo afea y degrada gratuitamente a nuestra ciudad.